Las Ghela-Op son criaturas de forma femenina cuya piel parece estar cubierta por capas y capas de hojas verdes. El color de piel cambia dependiendo de su estado de ánimo, pasando al amarillo, si se les hace enfadar; al rojo, producido por la ira, hasta el azul cuando se sienten vigiladas o asustadas, pero su estado natural es alegre conservando un color verde puro que se intensifica con los rayos del sol. Su cabello es de color pardo, aunque les gusta cambiárselo con tintes que ellas mismas fabrican convirtiéndose en unas de las mejores alquimistas y herbolarias gracias a sus intensos conocimientos de la naturaleza. Miden unos treinta centímetros, aunque, los pocos que las han visto, han relatado que poseen el don de crecer hasta estatura media de metro sesenta. ¿Puede que Vuêk-va les haya otorgado un tercer y secreto don? Poseen orejas puntiformes muy parecidas a los Sinak, pero desprovistos de lóbulos. Sus habilidades mágicas son extensas mas no suelen utilizar conjuros dañinos.
El tercer Don: pueden adoptar a voluntad la forma de cualquier Sinak, Darnis o Darla Aku Uln.
La rama Fenop sostenía la copa del lado oriental del gran árbol. En esta zona se concentraba la mayor cantidad de follaje, repleta de vida y fauna. Se cree que allí residía lo que después fue la totalidad de la fauna de Menoïch; de ahí que las Ghela-Op y los Emk-Op, siendo de pequeño tamaño, desarrollaron habilidades únicas que les diferencian de las demás razas.
Las Ghela-Op fueron las primeras en eclosionar de toda la fauna que habitaba en el árbol de Truak. Vagaron durante años hasta que los Emk-Op salieron de su letargo. Las dos, aun siendo de diferente raza, se complementaron a la perfección asumiendo el rol femenino para las Ghela-Op y masculino para los Emk-Op, pudiéndose reproducir en un ritual secreto y desconocido por el resto de seres vivos. Puede que ese fuera el destino que les aguardara o bien la madre árbol, en su sabiduría, les tuviera reservado este destino. Pero el problema llegó cuando el resto de animales llegaron, algunos desde la misma rama Fenop y otros de las distantes Dargarae y Sinak. Tuvieron que esconderse en huecos profundos y entre la maraña del espeso follaje para huir de los depredadores hasta que, cansados de tanto sufrir, pidieron a la deidad de la naturaleza Vuêk-va que les ayudara. Ésta no se inmiscuía en lo que la selección natural se refiere mas al ver a los desprotegidos primogénitos de Fenop, sin armas naturales ni posibilidad de defenderse más que ocultándose en reducidos espacios, se apiadó de ellos y les otorgó los dones que conservan hoy en día: a las Ghela-Op la habilidad de volar, con dos alas hechas de hojas del árbol perenne, y de hechizar a animales y plantas; a los Emk-Op el poder de desaparecer al instante, volviéndose invisibles a los ojos mortales, y la habilidad de imitar cualquier tipo de voz de las razas existentes a excepción de las voces de los hijos de Maëchand.
Fen-Gu: aunque no hay testigos fuera de las razas Fenop, las bodas realizadas por todas las razas provienen de los primeros lazos de unión de los Ghela-Op y Emk-Op, las llamadas “Bodas de savia del Árbol”.
Nacimiento de las Ghela-Op y Emk-Op:
Tras la unión de las dos razas tras el Fen-Gu ocurre un evento que sucede un año después de la copulación (evento secreto y del que nadie a parte de los Fenop sabe) nacen del pecho de las Ghela-Op varios capullos -de uno a tres, rara vez más- del que brotan los futuros Fenop. Hay la misma posibilidad de que nazca una Ghela-Op o un Emk-Op. En el principio de los tiempos, cuando los Fenop eran presa fácil para los depredadores, tanto el rol de «madre» lo podía hacer uno u otro sin importar el sexo, respaldada por la diosa Vuêk-va para garantizar la supervivencia de la especie.
Cuentan los manuscritos antiguos que los Sinak nacieron de la rama más alta del árbol de Truak. Se dice que la rama estaba a tanta altitud que podía llegar hasta los dioses. Envejecen lentamente, apreciando día a día durante años el esplendor de la tierra de Menoïch. Después de la caída del árbol de Truak, en su mayoría, emigraron a otras zonas donde fundaron importantes ciudades. Un ejemplo claro fue la torre de Circuïruohm, gemela de la torre de Cirmoesdeïn, en el Círculo de Mondaïa.
Altos y esbeltos, oscilan entre metro sesenta y el metro noventa. De agudo oído y dotes para la diplomacia o la guerra. Su tonalidad de piel se ha ido adaptando al clima en las zonas donde viven. Su rostro es alargado; nariz pequeña y orejas puntiformes; su cabello puede ser rubio, castaño, moreno, pelirrojo y, aunque más raro, verde. Sus ojos son almendrados en las horas diurnas, pero durante la noche se abren, cambiando de forma, para poder tener una mejor visión en la oscuridad. Su color de ojos oscila entre el verde turquesa, azul y miel. Hay excepciones de otro color como el ámbar transparente y verde en el interior, considerándose una excepción extraña que implica algún poder oculto. Hay quien afirma que es heredado de los primeros Sinak que tenían el mismo tono, igual que la savia sagrada del árbol de Truak.
Una característica que los une es la marca que poseen dibujada en ambos pómulos llamada Ëgul: una mancha de nacimiento color ámbar con la forma de la rama de la que nacieron que empieza en el rostro, cerca de los lóbulos de las orejas descendiendo hasta el arco mandibular, casi llegando a la barbilla.
Los Sinak han creado multitud de objetos de arte y obras de poesía. Muchos de ellos adoran aVuêk-va: Señora de la naturaleza y a Liad-va, diosa de la música. Componen canciones por los caídos y por los tiempos antiguos.
“con la primera eclosión surgieron los Zhoën, los primogénitos; de las esporas volaban los Drakgorak, de la dura corteza nacieron los Gialz. Y de las profundas raíces surgieron los Misgderïen”
Los Shasiop fueron una raza titánica: enorme tamaño y poder abrumador. Cuando la gran semilla de Maëchand se plantó, con el primer estallido surgieron los Zhoën. Las entidades (dioses) recitaron las palabras de la creación y del interior surgieron: Gialz, seres de dimensiones gargantuescas que vivían sobre todo en altas montañas, en algunos casos en islas con grandes picos montañosos que recogieron la fuerza y dureza de la piel de corteza de la semilla; Los Drakgorak, grandes reptiles de tamaño impresionante, de diferentes formas y colores que surgieron con las esporas predecesoras al estallido, dándoles la gracia del vuelo y la flexibilidad; y por último los Misgderïen, seres no tan grandes como los Gialz, pero sí con mucho poder sobre los elementos que surgieron de las raíces de la semilla. Éstos últimos estaban representados por humanoides de muchas formas, aunque lo más aceptado es que eran altos y su dura piel era de piedra y restos de raíces que unían la roca. Los dioses creadores de estas razas fueron las divinidades Anoïk, Clauok, Lean-ha y la entidad de la naturaleza Vuêk-va. Indirectamente Enistîa y Liad-va también intervinieron, pero de una manera menos directa según indican los manuscritos del Errante. La fuerza y el vigor de los Shasiop fue determinado por los dioses, pero la entidad de la naturaleza Vuêk-va otorgó a los Misgderïen el poder de los elementos. Cosa que enfureció a Lean-ha convirtiéndola en su mortal enemiga, ya que las tres razas fueron creadas por los dioses primigenios entre los que se incluía el portador de la llama oscura de Narnaetok. Pero Vuêk-va ató a los Misgderïen bajo los poderes de Menoïch; no tardaron en maravillarse de la naturaleza y su poderoso entorno, de modo que llegada la hora Lean-ha incitó a los Shasiop para volverse contra las otras razas de la tierra. Cuál fue su sorpresa cuando los Misgderïen rechazaron su ofrecimiento sabiendo que era envenenado. De algún modo aprendieron de los elementos vivos de Menoïch, adoptando sabiduría y comprensión. Lean-ha estalló en cólera y dio órdenes, en las guerras de los titanes, de quemar todo resto de naturaleza que encontraran en su camino.
Poco o nada se sabe de la procedencia de estas energías extraplanares. La naturaleza de sus cuerpos es un misterio así de su sexo. Hay que aclarar que, aunque en muchas ocasiones tengan una representación física, esto queda muy lejos de la realidad de sexos entre unos y otros. En verdad no existe la copulación o fecundidad entre ellos al estar por encima de los límites físicos, trascendiendo de la carne al plano energético y/o espiritual. Las únicas deidades que no muestran un arquetipo, femenino o masculino, son Ën y Tonôk, este último cambia su morfología a voluntad.
El principio de la creación se le atribuye a Lhoïok y Aon-ha, si bien muchos intervinieron en la transformación del mundo. Otros, como Vuêk-va y Enistîa, aparecieron sin invitación atraídas por la esencia que desprendía el interior de aquel planeta en apariencia muerto.
Por así decirlo podríamos clasificarlos en dos grupos: primigenios o dioses y los semidioses o los Neh-Êln: nuevas energías creadas, aunque, como más adelante se descubrirá, estas jóvenes divinidades acumularan poder, sabiduría y juicio a nivel de sus padres.
Lhoïok, Dios soberano de la creación, tuvo un pensamiento que al instante se materializó en un planeta sin vida y sin luz. Lhoïok lloró porque el pensamiento había creado un mundo sin explicación; no se podía decir que estaba allí porque no se veía, pero no se negaba su existencia ya que su presencia era la de Lhoïok. Pensó y halló una solución: buscar de entre sus sueños una ilusión, para que Menoïch, pudiera ser visto y sentido a la vez, para que los demás vieran con envidia que Lhoïok seguía siendo el señor de la máxima creación.
Pero no era completamente admirado. Aon-ha, soberano y señor del odio, de la destrucción y la envidia, descubrió los planes de Lhoïok de crear algo puro. De la indignación, el universo se tiñó de oscuridad. La oscuridad de Aon-ha. El Dios de la creación tras mucho buscar encontró algo que no pudo definir, algo que de entre sus mil sueños era único, algo que no podía explicar mas al soñarlo vio que era bueno y sus lágrimas distribuidas por millones de puntos sobre la oscuridad de Aon-ha se tornaron brillantes de alegría iluminando todos los rincones sin fin del universo. Aon-ha estalló de rabia.
El sueño fue materializado en algo palpable. En él brillaba la fuerza de mil constelaciones, de mil deseos diferentes, todos buenos. Lhoïok lo lanzó con su esencia de bondad contra Menoïch para que fuera puro y perfecto. Pero el señor de la destrucción acumuló toda su ira en forma de negro cometa y lo lanzó con toda su esencia de maldad contra Menoïch. De repente se cruzaron antes de tocar sobre lo que tendría que haber sido puro y bueno. Una gran explosión absorbió a las dos divinidades al interior de Menoïch, fundiéndose en una, compartiendo un sueño que durará hasta que el mundo deje de soñar. Sus cuerpos quedaron en el espacio invisible ante ojos mortales o divinos, esperando a que el día llegue y que el sueño termine.
De la gran explosión surgieron fragmentos de sueños que se hicieron realidad. Uno, el más grande, se alojó en Menoïch y el mundo cambió. Otro se fue para las estrellas y en llamas estalló, creando a Shaik, el sol, alimentando con su luz y su calor. Otros, gemelos los dos, se alejaron uno del otro y las lunas se crearon: Naegab, blanca una como nácar y la otra era Naêmk, fría y azul. De la más grande, Menoïch, cinco elementos salieron, tierra, mar, fuego, aire, y del último no se habló, puesto que del sueño de Lhoïok y Aon-ha se trata. Aquel sueño no murió, porque dicho está en el firmamento, que algún día Lhoïok y Aon-ha, los dos, del inicio y del final se hablaría y que la batalla nunca terminó.
La Llamada
Cuando todo ocurrió, vino un gran silencio. Pasaron interminables ciclos de tiempo hasta que fue escuchado el silencio que actuó como llamada para los Dioses soberanos. Tres vinieron; eran entidades superiores, Dioses para muchos de los mortales, para otros iguales, aunque no inferiores, mas su poder estaba muy por debajo de los Soberanos que ahora dormían: Clauok, Divinidad suprema del Bien y guardián de puertas de Zlecuria;Lean- ha Dios supremo de la Maldad y portador de la llama negra de Narnaetok; y, por último, y no menos poderoso, Anoïk señor de la Guerra, guardián de La Balanza de Zhasluon y Juez del equilibrio Eterno.
Al llegar vieron a Menoïch de una forma que no podrá ser vista jamás, en su máximo esplendor. A los ojos de las divinidades, fuera de cualquier ojo mortal, Menoïch manaba poder por todas partes, pero era así como lo veían ellos, ninguna persona podría describir lo que fue, antes se ahogaría en sus propias palabras al intentar ni siquiera explicar un ápice de luz de la creación.
La Luz de la Creación, un poder fuera de lo corriente y limitado para todos excepto las divinidades Soberanas y el Dios Ën, el Único, debe ser utilizado con sabiduría y conocimiento. Lo que se pretende es crear, no destruir, aunque en esta ocasión el sueño se convirtió en pesadilla para muchos.
Las tres divinidades contemplaron durante mucho tiempo, pero ¿Quién lo había creado? Miraron a su alrededor y vieron una interminable sucesión de estrellas infinitas en el universo imperecedero, un espectáculo digno para una entidad. Anoïk decidió comunicarle a Ën del sorprendente hallazgo. Fue a su búsqueda; tardarían cientos de años en volver.
El tiempo pasó, el silencio llegó a oídos de otros. Esta vez aparecieron dos nuevas divinidades. Éstas, independientes a los rangos celestiales, mantenían una fuerte alianza con las fuerzas del universo. Llegaron las dos, Vuêk-va y Enistîa y se maravillaron de lo que vieron y sintieron, una multitud de colores y poderes que se podían tocar y saborear, se sintieron atrapadas como un insecto a la tela de una araña, en verdad el inicio de la creación fue algo que pocos sintieron.
Vuêk-va, entidad de la naturaleza viviente, fue seducida por el poder de Menoïch mas vio que había desequilibrios entre los elementos de vida, sobre todo sobre el elemento del Espíritu; su poder era inmenso y fluía de todas partes, pero sobre todo de un ser que caminaba por terrenos que nadie antes había pisado, cuya única pertenencia consistía en una túnica carcomida por el fuego, pero a su vez limpia y fría como el hielo. Las demás divinidades no le dieron respuestas que pudieran satisfacer a la poderosa señora de la naturaleza, pero le dijeron que si quería mandar sobre dichos elementos antes debería demostrar pleitesía a los Dioses supremos que allí había. Difícil decisión, ya que ganas tenía y sin pensar más en errante o caminante accedió a demostrar obediencia.
Enistîa Diosa de la magia vio un poder al cual podía dar forma ¡y que forma! Podía crear y destruir, alterar e invocar, un poder fuera de los límites de lo conocido y ahora la oportunidad a sus pies, tal vez jamás volvería a sentir o soñar una creación así, tal vez ésta era la oportunidad; y sin más, accedió también la poderosa señora a rendir respeto… Pero no todos ellos eran ignorantes de la auténtica verdad: el señor del Mal Lean- ha sabía de Aon-ha y de los planes que incluía desbaratar la creación de Lhoïok. Ocultó esa verdad para que nadie lo supiera. Así traicionó a Aon-ha; él quería el poder absoluto y lo extraería de Menoïch, escudriñando en las entrañas de los Dioses soberanos.