Se dice que los descendientes de los Shasiop hablan el Ärnuhsiop, aunque ha sido muy difícil demostrarlo ya que pocos son los que vuelven con vida de un encuentro con ellos.Dentro del idioma Ärnuhsiop podemos encontrar dos tipos diferentes: Los Dargneh, hablado por los Drago y Drâefeh; y el Shagneh hablado por todos los Shagnog o gigantes.
Es un tema controvertido ya que no se conocen casos de tratos con estas razas titánicas desde la Guerra del Odio, quedando pocos registros de los idiomas, tanto escrito como hablado, que tenían los Shasiop. Se registraron conversaciones entre Gialz, Drakgorak y Misgderïen, con otras razas se han efectuado en lengua Menoïac. Hay quien afirma que en verdad si poseen su propio lenguaje- en referencia de los pocos supervivientes Shasiop que hay en hoy en día- por desgracia no se sabe si pueden hablar otros idiomas, aunque se cree que al ser seres de inteligencia superior es más que posible.
Aunque fueron los causantes de la creación de las razas reverso, también fueron víctimas de su inconsciencia. Los Shasiop que participaron en la batalla de Tzoh-Uak y sobrevivieron, se retiraron a sus territorios con una carga de vergüenza hasta hoy arrastrada, quedándose sin habla y comunicándose en un lenguaje tosco y sin traducción al Menoïac, pero a diferencia de las demás razas del árbol de Truak, los Gialz, hijos de Maëchand, se transformaron en otras entidades; no obstante, se dice que no todos los Shasiop fueron transmutados: unos pocos de entre una minoría de Gialz como Drakgorak, no sufrieron cambio alguno, pero eso es otra leyenda…
Fueron construidas por los Shasiop, en el tiempo que no había guerra ni envidias. Ayudaron a canalizar el agua de los ríos Hek y Hul para crear un sistema de presas y aprovechar el agua de los caudalosos ríos. Los Gialz utilizaron sus grandes manos para realizar surcos y transportar las colosales piedras, depositándolas para detener el flujo de agua allá donde su paso era más fuerte.
El conjunto de presas además de abastecer de agua, también contribuye a la agricultura. Uno de sus desvíos ha dado vida al pueblo de Odlim donde, a través de los canales, dan vida al lago del mismo nombre que la población: “agua fermentada” por el extraño color y espuma que desprende cuando entra en el lago, semejante a la cerveza de barril. Por suerte para las tabernas y posadas no es alcohol, ya que el color lo reciben del sedimento y la espuma de sustancias que transporta el río Hek del interior del misterioso bosque de Truak. Hay quien afirma que contiene savia del árbol sagrado que se resiste a morir completamente, empujando los brotes para el renacer.En la actualidad existen poblados de Arhuanim y Arhuatôd que viven en estos lugares donde se pueden ver los diques de contención pétreos y el resto de la titánica obra como si fuera el primer día en el que se terminó.
En el territorio de Claekoguï se encuentra una de las últimas tres torres Sinak: la torre de Cirmoesdeïen.
Hay quien afirma que la torre en verdad es una construcción de los Zhoën y que la cúpula y fachada exterior fue adornada por los Sinak. Esto demostraría cómo ha podido resistir el embate del tiempo y la destrucción de Vrialdor y el árbol de Truak. Se dice que los Sinak la ocuparon cuando se vieron desnudos al caer la gran urbe, llevando conocimientos antiguos que aún perduran y que gracias a ello conocemos muchas de las leyendas antiguas. Muchos de esos pergaminos fueron posteriormente llevados a la gran biblioteca de Shadirind, aunque la torre conserva textos originales de aquella época.
La torre fue construida en la era de los hijos de Maëchand, cuando los Zhoën y los Shasiop eran los únicos que vivían en Menoïch (a excepción del Errante). Ubicada cerca de donde estuvo el árbol de Truak, en el actual bosque Sinak del mismo nombre. El Circulo Sagrado de Mondaïa es el lugar más protegido por los Sinak. Se dice que en dicho círculo se hallan objetos de gran valor y de procedencia desconocida. En dicho lugar se realizan rituales en fechas señaladas: ¿posiblemente objetos de la ciudad de Vrialdor?
Fue la primera unificación de las razas en la Era de los Titanes. Los pocos restos que quedan de tal espléndida ciudad nos limitarían su ubicación real, salvo por los mapas hallados en la cripta de Shadirind que nos dicen que la ciudad se construyó cerca del árbol de Truak. Incluso anotaciones, bastante leíbles después de más de mil años, nos han revelado a una ciudad hermosa y llena de vida. La mezcla de razas que convivían en la colosal urbe, y modo de vida tan diferente entre las mismas, otorgaba a la ciudad una impresión apoteósica salpicada de multitud de colores y formas extrañas.
Fue el inicio del arte de muchas razas sobre la construcción y la maestría de trabajar piedra y hierro, es difícil describir la ciudad entre estilos Sinak y Arhuatz entremezclados entre sí y, sin embargo, no tan extraño imaginarlo, así como las culturas Elnar o Zurgs de cuyas obras, por desgracia, no disponemos de muchos datos fiables. Altas torres levantaron los Zhogs junto con los Arhuatz y Sinak; fuertes eran los templos que allí residían, grandes las explanadas donde Neh-ve y Fenop convivían.
En el centro de la ciudad se elevaba una gran torre, aunque decir torre sería comparar un alfiler con un mástil: se alzaba muy alta en un intento por tocar las estrellas del firmamento. A medida que se alzaba la vista nuevas torres brotaban de su tronco similar a las ramas de un árbol de invierno. A la luz del sol proyectaba reflejos dorados y blancos y al llegar la noche un montículo de piedra negra parecía. Un importante relato, extraído según cuentan de las ruinas de la misma Vrialdor, comenta la apoteósica transformación de colores que realizaba tras los eclipses de las dos lunas. Esto nos llevó a investigar más sobre la ciudad e incluso recibimos ayuda de astrólogos que calcularon nuevos mapas en un gran esfuerzo por retomar los péndulos del pasado, calculando los eclipses que acontecieron y emplear estos cálculos para probarlos con el poco material que quedó de la torre. El resultado nos dejó atónitos. Grandes genios y artesanos crearon una especie de forma cambiante que obedecía a elementos y luz, tal vez una superficie líquida impregnada después a la torre de Vrialdor hacía este efecto, pero los alquimistas, aún afirman de la existencia de dicho líquido, pero ignoran su composición. Parece ser que los eclipses transformaban la torre en unas tonalidades sólo vistas por las noches, parecidos a los líquidos alquimistas para ver en la oscuridad, pero aumentadas en un tamaño descomunal apuntando al cielo y en una noche despejada de estrellas y nubes, alumbrarían según nuestros cálculos varios kilómetros de distancia.
…Tiempos más felices que se descubren en tiempos de infortunio.
La piedra de Znaoïk
Cuando se unificó la torre de Vrialdor, el dios supremo Anoïk extrajo de la balanza de Zhasluon la más grande de sus gemas que llamó Znaoïk y la colocó en lo más alto de la torre custodiadas por siete estatuas de Darzle de piedra pulida y un altar de mármol negro. El dios de la neutralidad quiso simbolizar el equilibrio en Menoïch por el que se deberían seguir las reglas del todo y la nada; allí, en lo alto de la gran torre, la piedra de un tamaño superior a los tres metros lanzaba destellos blancos, reflejados sobre sólido material negro como hollín. Desgraciadamente, cuando la ciudad fue atacada por los Shasiop, la piedra sé desfragmentó liberando una honda de energía que se sintió incluso en Zlecuria. Rodeó todo el mundo y creó las razas Sizna como se le conocen hoy en día. De cada ser surgió un ente opuesto e igual a la vez.
Lhoïok, Dios soberano de la creación, tuvo un pensamiento que al instante se materializó en un planeta sin vida y sin luz. Lhoïok lloró porque el pensamiento había creado un mundo sin explicación; no se podía decir que estaba allí porque no se veía, pero no se negaba su existencia ya que su presencia era la de Lhoïok. Pensó y halló una solución: buscar de entre sus sueños una ilusión, para que Menoïch, pudiera ser visto y sentido a la vez, para que los demás vieran con envidia que Lhoïok seguía siendo el señor de la máxima creación.
Pero no era completamente admirado. Aon-ha, soberano y señor del odio, de la destrucción y la envidia, descubrió los planes de Lhoïok de crear algo puro. De la indignación, el universo se tiñó de oscuridad. La oscuridad de Aon-ha. El Dios de la creación tras mucho buscar encontró algo que no pudo definir, algo que de entre sus mil sueños era único, algo que no podía explicar mas al soñarlo vio que era bueno y sus lágrimas distribuidas por millones de puntos sobre la oscuridad de Aon-ha se tornaron brillantes de alegría iluminando todos los rincones sin fin del universo. Aon-ha estalló de rabia.
El sueño fue materializado en algo palpable. En él brillaba la fuerza de mil constelaciones, de mil deseos diferentes, todos buenos. Lhoïok lo lanzó con su esencia de bondad contra Menoïch para que fuera puro y perfecto. Pero el señor de la destrucción acumuló toda su ira en forma de negro cometa y lo lanzó con toda su esencia de maldad contra Menoïch. De repente se cruzaron antes de tocar sobre lo que tendría que haber sido puro y bueno. Una gran explosión absorbió a las dos divinidades al interior de Menoïch, fundiéndose en una, compartiendo un sueño que durará hasta que el mundo deje de soñar. Sus cuerpos quedaron en el espacio invisible ante ojos mortales o divinos, esperando a que el día llegue y que el sueño termine.
De la gran explosión surgieron fragmentos de sueños que se hicieron realidad. Uno, el más grande, se alojó en Menoïch y el mundo cambió. Otro se fue para las estrellas y en llamas estalló, creando a Shaik, el sol, alimentando con su luz y su calor. Otros, gemelos los dos, se alejaron uno del otro y las lunas se crearon: Naegab, blanca una como nácar y la otra era Naêmk, fría y azul. De la más grande, Menoïch, cinco elementos salieron, tierra, mar, fuego, aire, y del último no se habló, puesto que del sueño de Lhoïok y Aon-ha se trata. Aquel sueño no murió, porque dicho está en el firmamento, que algún día Lhoïok y Aon-ha, los dos, del inicio y del final se hablaría y que la batalla nunca terminó.
La Llamada
Cuando todo ocurrió, vino un gran silencio. Pasaron interminables ciclos de tiempo hasta que fue escuchado el silencio que actuó como llamada para los Dioses soberanos. Tres vinieron; eran entidades superiores, Dioses para muchos de los mortales, para otros iguales, aunque no inferiores, mas su poder estaba muy por debajo de los Soberanos que ahora dormían: Clauok, Divinidad suprema del Bien y guardián de puertas de Zlecuria;Lean- ha Dios supremo de la Maldad y portador de la llama negra de Narnaetok; y, por último, y no menos poderoso, Anoïk señor de la Guerra, guardián de La Balanza de Zhasluon y Juez del equilibrio Eterno.
Al llegar vieron a Menoïch de una forma que no podrá ser vista jamás, en su máximo esplendor. A los ojos de las divinidades, fuera de cualquier ojo mortal, Menoïch manaba poder por todas partes, pero era así como lo veían ellos, ninguna persona podría describir lo que fue, antes se ahogaría en sus propias palabras al intentar ni siquiera explicar un ápice de luz de la creación.
La Luz de la Creación, un poder fuera de lo corriente y limitado para todos excepto las divinidades Soberanas y el Dios Ën, el Único, debe ser utilizado con sabiduría y conocimiento. Lo que se pretende es crear, no destruir, aunque en esta ocasión el sueño se convirtió en pesadilla para muchos.
Las tres divinidades contemplaron durante mucho tiempo, pero ¿Quién lo había creado? Miraron a su alrededor y vieron una interminable sucesión de estrellas infinitas en el universo imperecedero, un espectáculo digno para una entidad. Anoïk decidió comunicarle a Ën del sorprendente hallazgo. Fue a su búsqueda; tardarían cientos de años en volver.
El tiempo pasó, el silencio llegó a oídos de otros. Esta vez aparecieron dos nuevas divinidades. Éstas, independientes a los rangos celestiales, mantenían una fuerte alianza con las fuerzas del universo. Llegaron las dos, Vuêk-va y Enistîa y se maravillaron de lo que vieron y sintieron, una multitud de colores y poderes que se podían tocar y saborear, se sintieron atrapadas como un insecto a la tela de una araña, en verdad el inicio de la creación fue algo que pocos sintieron.
Vuêk-va, entidad de la naturaleza viviente, fue seducida por el poder de Menoïch mas vio que había desequilibrios entre los elementos de vida, sobre todo sobre el elemento del Espíritu; su poder era inmenso y fluía de todas partes, pero sobre todo de un ser que caminaba por terrenos que nadie antes había pisado, cuya única pertenencia consistía en una túnica carcomida por el fuego, pero a su vez limpia y fría como el hielo. Las demás divinidades no le dieron respuestas que pudieran satisfacer a la poderosa señora de la naturaleza, pero le dijeron que si quería mandar sobre dichos elementos antes debería demostrar pleitesía a los Dioses supremos que allí había. Difícil decisión, ya que ganas tenía y sin pensar más en errante o caminante accedió a demostrar obediencia.
Enistîa Diosa de la magia vio un poder al cual podía dar forma ¡y que forma! Podía crear y destruir, alterar e invocar, un poder fuera de los límites de lo conocido y ahora la oportunidad a sus pies, tal vez jamás volvería a sentir o soñar una creación así, tal vez ésta era la oportunidad; y sin más, accedió también la poderosa señora a rendir respeto… Pero no todos ellos eran ignorantes de la auténtica verdad: el señor del Mal Lean- ha sabía de Aon-ha y de los planes que incluía desbaratar la creación de Lhoïok. Ocultó esa verdad para que nadie lo supiera. Así traicionó a Aon-ha; él quería el poder absoluto y lo extraería de Menoïch, escudriñando en las entrañas de los Dioses soberanos.