23º relato

No da la felicidad

Un largo trago evitará que afloren los nervios… mejor dos.

Datchi, estrella mediática de la televisión tenía el programa líder de audiencia los viernes noche. Quedaban apenas cinco minutos para salir en el aire y no la tenía todas consigo. Hacía menos de media hora había firmado su quinto divorcio, el octavo en menos de ocho años, con la consecuente sangría de dinero, reparto de bienes y sobornos para evitar el asunto de los malos tratos; eso sin contar con la trama de prostitución infantil. Suerte que Jeffrey Epstein, cabeza pensante y dueño de la isla donde llevaban a los menores, se había ahorcado en su celda de máxima seguridad preparada contra suicidios; pero, por fortuna para el resto del entramado de entre los que estaba el mismo Donald Trump, Mick Jagger, Naomi Campbell y el mismísimo príncipe Andrés, duque de York, había muerto, como dije, ahorcado en circunstancias más que discutibles: el compañero de celda, personal de confianza y puesto por los funcionarios para evitar estas cuitas, se había ausentado de manera no clara; los guardias de seguridad no detectaron nada anómalo y las cámaras de seguridad…

— Ja, ja, ja —Darchi rio a gusto. Como las cámaras que Jeffrey Epstein fanfarroneaba que les habían grabado a él y al resto de ricos. Éstas no funcionaban o detectaron nada extraño.

Apuró la botella mientras que se preparaba al lado del cilindro metálico. Había que innovar y así lo haría. Su popularidad había caído un par de puntos y eso no podía tolerarlo. Haría lo que fuera por recuperar la fama y el dinero, ¡qué más podía pedir! Saldría disparado como una bala humana aterrizando en una red a pocos metros del público. El ensayo y pruebas las hicieron con profesionales con el mismo peso y altura que Datchi; todo iría a la perfección. Otro trago más y una benzodiacepina de 50 mg bajo de la lengua y ale, a flipar.

—¡Damas y caballeros, con ustedes, el carismático y queridísimo por todos ustedes… Datchi Dawsoooon!

Sintió la euforia de los aplausos cuando el telón se abrió dando paso a las luces que le cegaron. Agitó los brazos saludando a todos aquellos capullos que de nada conocía. Se llevó la mano derecha a la visera al estilo militar antes de bajar la protección lo que provocó la euforia patriótica. Poco a poco se introdujo completamente dentro del cañón agradeciendo que la luz no dañara sus ojos. Desde su posición podía ver parte del público.

— Bueno, allá vamos… — los confetis rosas caían copiosamente en el escenario mas su semblante cambió cuando vio, allá en el fondo, una figura ataviada con una gabardina gris y sombrero de fieltro que sostenía una copa de cristal llena probablemente con champagne. Esto lo supo con una exactitud milimétrica, al igual de lo que creyó leer en los labios de aquel tipo; un ritual que hizo cuando todos se reunían y brindaban antes de darse el banquete con los menores con quien mantenían relaciones sexuales, por no decir directamente violaciones: “hasta el fondo…” – oh, Dios mío…

«Noticia de última hora. Tras el accidente mortal de la estrella televisiva Datchi Dawson se ha decretado un día de luto en su lugar natal. Parece ser que el accidente se debió a un error de cálculo cuando su cuerpo salió despedido de un mecanismo autopropulsado aterrizando en el escenario, convirtiéndose en un amasijo de carne y huesos. Varias personas del público tuvieron que ser atendidas por crisis nerviosas ante semejante espectáculo. La policía cree que el accidente se debió al exceso de impulso, haciendo que Datchi atravesara la red que fue del todo inservible. Los responsables no se explican cómo ha podido pasar y ciertas fuentes apuntan al sabotaje, pero viendo la trayectoria profesional y lo muy querido que era por el público, nadie cree que haya sido un suicidio o un presunto asesinato…»