Ghurkis

Los Arhuatôd fueron bautizados por los Zhogs con este curioso apodo tras la batalla de Tzum Leil en las montañas Karc-Uok. La lucha se trasladó a la oscuridad de las cavernas donde los Shagtz, gigantes que vivían bajo tierra, pretendían quedarse con todo el reino de los Arhuail entre los que destacaban los Arhuatz, Arhuanim y los nombrados Arhuatôd. Éstos últimos, aunque carecían de medios para la guerra, lo compensaban con el ingenio, desviando caudales de los ríos subterráneos hasta que consiguieron llevar a una zona concreta al ejército enemigo. En el techo tenían representado el reino Arhuatz, construido a varios kilómetros sobre el techo. Haciendo gala de su maestría habían copiado lo que es arriba abajo, labor que les había llevado decenas de años, creando una representación que dejó sin habla a los Shagtz que vieron un espectáculo sobrecogedor representado a la perfección con brillantes cristales incrustados en su cúpula que relucía como un gran diamante. A una orden, el líder de los Arhuatôd, un anciano llamado Exliha-Ohn, dio la orden de demoler los pilares maestros precipitando toda la carga sobre el enemigo. Al estruendo llegaron los Arhuatz y Arhuanim junto a los Zhogs que oyeron los vítores elevarse sobre la caverna: Nard Aed Grukis. Los Zhogs escucharon en el eco que se repetía la palabra «Grukis», que significa: templo del conocimiento; en verdad toda la frase simboliza: «¡A prisa, reuniros en el templo del conocimiento!». Los Zhogs interpretaron la palabra Ghurkis, dejándola de esta manera, sin saber bien lo que significaba, pero interpretándola como un grito de guerra o juramento sagrado. A los mismos Arhuatôd no les pareció un insulto o problema, ya que para ellos la intención significaba más que la propia definición.

Desde ese día fueron reconocidos por ese singular nombre, recordado por los supervivientes de la contienda que llevaron la hazaña de boca a boca de juglares y bardos hasta que al fin fue adoptado como un término común para referirse a esta raza.

Aspecto:
Los Arhuatôd, miden aproximadamente entre metro diez y metro treinta; sus cabellos varían de color además de adornarlos con todo tipo de objetos. Su piel es muy dura y resistente de color rojiza, aunque hay excepciones. Sus ojos son pequeños pero llenos de colores vivos entre el verde, azul, ámbar y naranja. Su lenguaje es muy difícil de dominar, ya que tienen tal cantidad de cosas por decir que sueltan lo primero que se les ocurre, aunque no venga a cuento. Puede volver loco a cualquiera y se dice que muchos carceleros los han dejado marchar por inaguantables.