Es un tema controvertido ya que no se conocen casos de tratos con estas razas titánicas desde la Guerra del Odio, quedando pocos registros de los idiomas, tanto escrito como hablado, que tenían los Shasiop. Se registraron conversaciones entre Gialz, Drakgorak y Misgderïen, con otras razas se han efectuado en lengua Menoïac. Hay quien afirma que en verdad si poseen su propio lenguaje- en referencia de los pocos supervivientes Shasiop que hay en hoy en día- por desgracia no se sabe si pueden hablar otros idiomas, aunque se cree que al ser seres de inteligencia superior es más que posible.
“con la primera eclosión surgieron los Zhoën, los primogénitos; de las esporas volaban los Drakgorak, de la dura corteza nacieron los Gialz. Y de las profundas raíces surgieron los Misgderïen”
Los Shasiop fueron una raza titánica: enorme tamaño y poder abrumador. Cuando la gran semilla de Maëchand se plantó, con el primer estallido surgieron los Zhoën. Las entidades (dioses) recitaron las palabras de la creación y del interior surgieron: Gialz, seres de dimensiones gargantuescas que vivían sobre todo en altas montañas, en algunos casos en islas con grandes picos montañosos que recogieron la fuerza y dureza de la piel de corteza de la semilla; Los Drakgorak, grandes reptiles de tamaño impresionante, de diferentes formas y colores que surgieron con las esporas predecesoras al estallido, dándoles la gracia del vuelo y la flexibilidad; y por último los Misgderïen, seres no tan grandes como los Gialz, pero sí con mucho poder sobre los elementos que surgieron de las raíces de la semilla. Éstos últimos estaban representados por humanoides de muchas formas, aunque lo más aceptado es que eran altos y su dura piel era de piedra y restos de raíces que unían la roca. Los dioses creadores de estas razas fueron las divinidades Anoïk, Clauok, Lean-ha y la entidad de la naturaleza Vuêk-va. Indirectamente Enistîa y Liad-va también intervinieron, pero de una manera menos directa según indican los manuscritos del Errante. La fuerza y el vigor de los Shasiop fue determinado por los dioses, pero la entidad de la naturaleza Vuêk-va otorgó a los Misgderïen el poder de los elementos. Cosa que enfureció a Lean-ha convirtiéndola en su mortal enemiga, ya que las tres razas fueron creadas por los dioses primigenios entre los que se incluía el portador de la llama oscura de Narnaetok. Pero Vuêk-va ató a los Misgderïen bajo los poderes de Menoïch; no tardaron en maravillarse de la naturaleza y su poderoso entorno, de modo que llegada la hora Lean-ha incitó a los Shasiop para volverse contra las otras razas de la tierra. Cuál fue su sorpresa cuando los Misgderïen rechazaron su ofrecimiento sabiendo que era envenenado. De algún modo aprendieron de los elementos vivos de Menoïch, adoptando sabiduría y comprensión. Lean-ha estalló en cólera y dio órdenes, en las guerras de los titanes, de quemar todo resto de naturaleza que encontraran en su camino.
Lhoïok, Dios soberano de la creación, tuvo un pensamiento que al instante se materializó en un planeta sin vida y sin luz. Lhoïok lloró porque el pensamiento había creado un mundo sin explicación; no se podía decir que estaba allí porque no se veía, pero no se negaba su existencia ya que su presencia era la de Lhoïok. Pensó y halló una solución: buscar de entre sus sueños una ilusión, para que Menoïch, pudiera ser visto y sentido a la vez, para que los demás vieran con envidia que Lhoïok seguía siendo el señor de la máxima creación.
Pero no era completamente admirado. Aon-ha, soberano y señor del odio, de la destrucción y la envidia, descubrió los planes de Lhoïok de crear algo puro. De la indignación, el universo se tiñó de oscuridad. La oscuridad de Aon-ha. El Dios de la creación tras mucho buscar encontró algo que no pudo definir, algo que de entre sus mil sueños era único, algo que no podía explicar mas al soñarlo vio que era bueno y sus lágrimas distribuidas por millones de puntos sobre la oscuridad de Aon-ha se tornaron brillantes de alegría iluminando todos los rincones sin fin del universo. Aon-ha estalló de rabia.
El sueño fue materializado en algo palpable. En él brillaba la fuerza de mil constelaciones, de mil deseos diferentes, todos buenos. Lhoïok lo lanzó con su esencia de bondad contra Menoïch para que fuera puro y perfecto. Pero el señor de la destrucción acumuló toda su ira en forma de negro cometa y lo lanzó con toda su esencia de maldad contra Menoïch. De repente se cruzaron antes de tocar sobre lo que tendría que haber sido puro y bueno. Una gran explosión absorbió a las dos divinidades al interior de Menoïch, fundiéndose en una, compartiendo un sueño que durará hasta que el mundo deje de soñar. Sus cuerpos quedaron en el espacio invisible ante ojos mortales o divinos, esperando a que el día llegue y que el sueño termine.
De la gran explosión surgieron fragmentos de sueños que se hicieron realidad. Uno, el más grande, se alojó en Menoïch y el mundo cambió. Otro se fue para las estrellas y en llamas estalló, creando a Shaik, el sol, alimentando con su luz y su calor. Otros, gemelos los dos, se alejaron uno del otro y las lunas se crearon: Naegab, blanca una como nácar y la otra era Naêmk, fría y azul. De la más grande, Menoïch, cinco elementos salieron, tierra, mar, fuego, aire, y del último no se habló, puesto que del sueño de Lhoïok y Aon-ha se trata. Aquel sueño no murió, porque dicho está en el firmamento, que algún día Lhoïok y Aon-ha, los dos, del inicio y del final se hablaría y que la batalla nunca terminó.
La Llamada
Cuando todo ocurrió, vino un gran silencio. Pasaron interminables ciclos de tiempo hasta que fue escuchado el silencio que actuó como llamada para los Dioses soberanos. Tres vinieron; eran entidades superiores, Dioses para muchos de los mortales, para otros iguales, aunque no inferiores, mas su poder estaba muy por debajo de los Soberanos que ahora dormían: Clauok, Divinidad suprema del Bien y guardián de puertas de Zlecuria;Lean- ha Dios supremo de la Maldad y portador de la llama negra de Narnaetok; y, por último, y no menos poderoso, Anoïk señor de la Guerra, guardián de La Balanza de Zhasluon y Juez del equilibrio Eterno.
Al llegar vieron a Menoïch de una forma que no podrá ser vista jamás, en su máximo esplendor. A los ojos de las divinidades, fuera de cualquier ojo mortal, Menoïch manaba poder por todas partes, pero era así como lo veían ellos, ninguna persona podría describir lo que fue, antes se ahogaría en sus propias palabras al intentar ni siquiera explicar un ápice de luz de la creación.
La Luz de la Creación, un poder fuera de lo corriente y limitado para todos excepto las divinidades Soberanas y el Dios Ën, el Único, debe ser utilizado con sabiduría y conocimiento. Lo que se pretende es crear, no destruir, aunque en esta ocasión el sueño se convirtió en pesadilla para muchos.
Las tres divinidades contemplaron durante mucho tiempo, pero ¿Quién lo había creado? Miraron a su alrededor y vieron una interminable sucesión de estrellas infinitas en el universo imperecedero, un espectáculo digno para una entidad. Anoïk decidió comunicarle a Ën del sorprendente hallazgo. Fue a su búsqueda; tardarían cientos de años en volver.
El tiempo pasó, el silencio llegó a oídos de otros. Esta vez aparecieron dos nuevas divinidades. Éstas, independientes a los rangos celestiales, mantenían una fuerte alianza con las fuerzas del universo. Llegaron las dos, Vuêk-va y Enistîa y se maravillaron de lo que vieron y sintieron, una multitud de colores y poderes que se podían tocar y saborear, se sintieron atrapadas como un insecto a la tela de una araña, en verdad el inicio de la creación fue algo que pocos sintieron.
Vuêk-va, entidad de la naturaleza viviente, fue seducida por el poder de Menoïch mas vio que había desequilibrios entre los elementos de vida, sobre todo sobre el elemento del Espíritu; su poder era inmenso y fluía de todas partes, pero sobre todo de un ser que caminaba por terrenos que nadie antes había pisado, cuya única pertenencia consistía en una túnica carcomida por el fuego, pero a su vez limpia y fría como el hielo. Las demás divinidades no le dieron respuestas que pudieran satisfacer a la poderosa señora de la naturaleza, pero le dijeron que si quería mandar sobre dichos elementos antes debería demostrar pleitesía a los Dioses supremos que allí había. Difícil decisión, ya que ganas tenía y sin pensar más en errante o caminante accedió a demostrar obediencia.
Enistîa Diosa de la magia vio un poder al cual podía dar forma ¡y que forma! Podía crear y destruir, alterar e invocar, un poder fuera de los límites de lo conocido y ahora la oportunidad a sus pies, tal vez jamás volvería a sentir o soñar una creación así, tal vez ésta era la oportunidad; y sin más, accedió también la poderosa señora a rendir respeto… Pero no todos ellos eran ignorantes de la auténtica verdad: el señor del Mal Lean- ha sabía de Aon-ha y de los planes que incluía desbaratar la creación de Lhoïok. Ocultó esa verdad para que nadie lo supiera. Así traicionó a Aon-ha; él quería el poder absoluto y lo extraería de Menoïch, escudriñando en las entrañas de los Dioses soberanos.