11º relato

En un mar de incertidumbre

Aún puedo sentir el olor del atardecer de mi patria, el color de los olivos, la risa de los niños jugando en la planicie que nunca más volveré ver.

Navegamos a nuestro destino por mandato divino. Agamenón toma el mando jurando que Zeus le habla en sueños y cuya ayuda será determinante junto a Poseidón y otros dioses del Olimpo. Yo no sé qué creer ya: o es por los dioses o es por Helena ¿O todo a la vez?

El destino es igual de peligroso que este mar tan tranquilo como inesperado y cruel. Atravesamos el Mesogeios Thalassa rumbo a una tierra cuyas gentes están dispuestas a luchar hasta el final. Tomar esa ciudad será una pesadilla que a muy seguro nos llevará años si no tal vez más.

A mi lado viaja un guerrero de gesto serio y risa atronadora: Áyax, el Grande, es hijo de Telamón y Peribea. Es un titán de dos metros y cuya constitución los dioses quisieron comparar con el mismo Heracles. Odiseo bebé vino mientras observa la belleza del mar, sin poder reprimir cierta nostalgia por Ítaca, su tierra.

Llevamos días en el mar sin más compañía que nuestros barcos y la superstición de los marineros que parecen eludir ciertas rutas, como sí, en el abismo insondable, hubiera criaturas del Hades dispuestas a devorarnos.

A unas naves de distancia se vislumbra la figura de Aquiles, el grande, y muy cerca de él, Patroclo. Los hombres tienen la moral alta, supongo que, por estos legendarios luchadores, pero la mayoría de la tropa es joven y no han visto tanta masacre como yo, algo más viejo y sereno en mi experiencia; veremos si darán la talla cuando pisen la costa. Allí, cuando el enemigo caiga sobre nosotros, se verá el valor y la dinastía que tanto suelen eludir llamando a los dioses para traer sus favores. No saben que el enemigo es fuerte, recio y lucha por su tierra. Troya será una bonita tumba para muchos y una gesta para los poetas cuando cambien el horror por el honor.

El rey Príamo no nos lo pondrá nada fácil. Ese viejo tiene redaños y sabe cómo infundir valor a los suyos, así como sus hijos Héctor y Paris. Héctor es un guerrero, tan hábil como fuerte y astuto, será difícil socavar la voluntad, ya que las guerras no se ganan sólo por la fuerza y la destreza: si no con estrategia y una buena dosis de paciencia. Eneas, en ese mismo sentido, es una fuente de problemas para nosotros, ya que se dice que desciende de la mismísima diosa Afrodita.

Hace años que llegamos a Troya y el asedio es peor de lo que esperábamos. Años de cruel asedio, enfermedades y mala nutrición. ¿Y los dioses? Si en verdad han urdido algún plan estoy seguro que se lo guardan: serpentean sus envenenados consejos en los oídos de uno u otro oponente. Los dioses son crueles y les gusta tanto el valor como el sufrimiento.

Hoy se me ha encogido el corazón: Aquiles y el rey Troyano Príamo han pactado una tregua para poder llorar la muerte de Patroclo y Héctor. Aún hay algo de honor en toda esta maldita sinrazón. Me siento más fuerte y la vieja sangre vuelve a mí. Serán once días de luto, pero después volveremos a la guerra.

Estoy herido de muerte… Justo a las puertas de Troya. Un guerrero, un guardián ha sido mejor soldado que yo… Le felicito. Ojalá nunca pierdas la fuerza y otorgues a tu mujer muchos descendientes con tanto valor. Yo por mi parte dejo este mundo rumbo al Hades, destino que observo rodeado de gritos de horror, fuego y sangre… La misma poesía que siempre me ha acompañado desde que era un niño y dejé mi tierra.

Una batalla épica en un lugar del que se creía leyenda. Troya nos ha fascinado por sus historias. Aquí os traigo una de ellas.