25º relato

Sólo se nutre…

La luz de la luna llena se filtró entre los tablones… en algún lugar lejano…  en la fría noche.

Un poco más y ya está. Tengo que contenerme o al final me cogerán. La caza la llevo en la sangre y la sangre del enemigo me reconforta.

El sonido de la noche me envuelve, me siento libre. Los lobos me avisan de que llegan; han olido a los perros y a la pólvora que portan sus dueños.

Corro entre la espesa foresta, salpica la nieve en mi negro lomo. Pronto arribaré a la cueva ¡Si llego nunca me podrán atrapar!

El primer proyectil me perfora el tórax, pero mi ritmo no mengua. Acelero con mis perseguidores sin darme tregua y otro disparo me alcanza el rostro. ¡Idiotas! Son balas ordinarias, y aunque de gran calidad, son insuficientes para matarme.

Otro proyectil me alcanza mas para mí dolorosa sorpresa compruebo que es diferente por varios motivos: uno, es un virote, posiblemente de ballesta; y dos, el metal es de plata pura que me quema y araña mi maltrecha alma. Quien fuere el artífice sabe lo que hace; un cazador experimentado.

Queda poco para llegar, tengo la oscura oquedad a escasos metros cuando el segundo virote me atraviesa el corazón. Mis extremidades ceden y mi negro cuerpo se hunde en el espeso manto de la blanca nieve. No puedo respirar y mi visión se nubla. La muerte llega a mi en forma de un humano de parda indumentaria. Su sombrero de ala ancha eclipsa su rostro mas veo como exhala el aliento dejando nubes de partículas a su alrededor. Escucho el martilleo de su pistola cebada; siento, huelo sus venas, sus arterias y el pausado ritmo de su corazón…

Un cazador formidable, como lo fui yo…

El cazador puede ser presa. La lucha continúa para salvar la vida: matar o morir, no hay otro camino que la supervivencia.