20º relato

Nos regala la esperanza

En algún lugar de esta galaxia… en la actualidad…

Una gran sombra arribó al lugar de reunión. Cada año, por esas fechas, se congregaban seres de todos los rincones de la galaxia. Objetivo: la tierra. Era algo que no podían evitar, ya que la llamada era fuerte. Sin embargo, desde hacía años la señal se había visto entorpecida…

Krampus se afiló los cuernos en la piedra de amolar giratoria de Grýla y Leppalúði: los trolls islandeses. El gato Jólakötturinn estaba a su lado, mirando con cara de pocos amigos, encrespado y huraño, como debía ser. Los Yule Lads, los hijos de los trolls, danzaban alrededor del fuego correteando de un lado para el otro gastándose bromas.

Al otro lado del campamento había una gran carpa de colores vivos vigilado por un gran sequito de pajes y sirvientes, y dentro de ella, tres reyes que charlaban animosamente. Se habían descalzado arrimando los pinreles a las ascuas que aún conservaban su calor. Uno de ellos, por apariencia el más mayor, bebió un sorbo de vino y dijo:

— Bueno, otro año más que volvemos… francamente hermanos, creo que los jóvenes comienzan a perder la ilusión en estas fechas señaladas.

— Es normal, con tanto móvil se quedan lerdos antes —apuntó Baltasar. Su piel de ébano reflejaba el cansancio y la ansiedad del momento. No en vano preparar tanta logística es una titánica labor.

— Lo que más me preocupa no es eso… me refiero a los que antes fueron niños y ahora no sienten aquella emoción ¡incluso hay quien afirma que no existimos!, ¡os lo podéis creer! —Gaspar se movió incomodo en el asiento. No era fácil decir eso ya que, como había apuntado anteriormente, la señal de la tierra era cada vez más débil, y eso quería decir que los pequeños y su arma más importante: la imaginación, había menguado con el paso de los años.

— Antes se ponían contentos con un par de zapatos nuevos, pero ahora quieren más y más. No se contentan con nada ni son felices con lo que tienen…. Hermanos, no voy a negar mi preocupación por el devenir de estas fechas.

— ¡Jou, jou, jou! —Un rayo de luz surcó los cielos. En el iba un extraño personaje de barba blanca y gran panzón que aterrizó su trineo muy cerca donde estaban los reyes. Se apeó del vehículo y avanzó con paso decidido hacia los tres.

— Bueno, bueno, bueno… mis queridísimos amigos. Cuanto tiempo sin veros. ¿Qué tal los preparativos?, ¿algún contratiempo de última hora?

— Por ahora todo bien, sólo que un poco preocupados —Añadió Melchor cabizbajo.

— No pasa nada, alegría, ¡Jou, jou, jou! No es de extrañar que a los más viejos les pueda un poco la edad.

— ¿Viejos?, ¡habló el joven! —Baltasar parecía ofendido por la afirmación de «viejo» y aunque era verdad que eran de los más veteranos no era menester sacarlo a relucir.

— ¡Jou, jou, jou! —Además los tiempos cambian, hay que modernizarse…

— Pues empieza a dar ejemplo: ¿no te prohibieron decir esos de «Jou, jou, jou» por asustar a los niños en los centros comerciales?

— Bueno, yo…

— Además, nosotros vivimos por la ilusión e imaginación de los niños. A ti te sacaron de un anuncio de Coca—Cola.

— Oye, oye, que a mí también me ven los niños. La ilusión también es mi fuente de vida y… ahora que lo decís: ¿no habéis notado que ya no hay tanta señal como antes? —Noel se disponía a sentarse sobre un gran tronco que había justo al lado de las ascuas cuando una voz le llamó con urgencia.

— ¡Ey!, no te sientes encima mío, ¡copón! —Noel vio con asombro que aquel trozo de árbol tenía ojos y boca. ¡Hasta un sombrero rojo que caía ligeramente a un lado!

— Vaya, perdona tió, no te había visto.

— Yo también lo noto, ya no hay tantos que se dedican a darme palos para que… bueno “cague” regalos…. La verdad es que me asusta un poco.

— Por lo menos tienes un camino dedicado en Barcelona —aportó Gaspar intentando animar a su amigo.

— Sí, bueno, está en la montaña de Montjuic, pero vosotros también sois muy conocidos e igualmente estáis cayendo en fama.

— Peor soy yo —en la escena entró un nuevo miembro. Era un gigante de sonrisa bonachona y un barrigón que nada tenía que envidiar a Noel. Todos se pusieron de pie: Él era el más veterano de todos. Se llamaba, o le llamaban, Olentzero e iba vestido con atuendo de pueblo. La tradición decía que fue el único superviviente de la generación de gigantes vascos que celebraban el solsticio de invierno, aunque, en honor a la verdad, no había sido exactamente así—. Hace mucho que rondo por el mundo y cada vez son menos los que creen en nosotros. Yo prácticamente soy desconocido en la península Ibérica a excepción de Navarra y alrededores… es un triste fin el nuestro. Sembramos ilusión, pero ¿por qué no da frutos?

— Bueno, yo lo que es ilusión… – Krampus se unió a la conversación. Tenía un látigo con quien azotaba a los niños que se habían portado mal. En su caso era normal que no le quisieran tanto, por el contrario, era temido y ese tipo de seres también se nutrían de ese sentimiento, pero los jóvenes cada vez tenían menos miedo de las criaturas de la noche.

Lentamente se sumaron todos los seres que de alguna manera u otra arribaban por fechas señaladas a la tierra. No se podía decir que estaban muy contentos. El campamento había conocido tiempos mejores y en los tablones de las viejas glorias había seres ya olvidados que plasmaron su firma y mensajes para posteriores criaturas que continuaran las tradiciones cuando ellos ya no estuvieran; no sólo por Navidad, sino solsticios, fiestas de la cosecha y un largo etc.

— Si dejan de creer en nosotros, nosotros no servimos de nada… es un fin, pero no un principio. La muerte de toda buena novela o guion —aportó Olentzero poniéndose en pie. Recogió el gran fardo de carbón y se lo echó al hombro.

— Pero ¿tú eres el fin y el inicio! Cuando te queman vuelves a renacer, como la esperanza. Muere lo viejo y nace lo bueno —añadió Melchor —. Tal vez, queridos amigos, deberíamos hacer lo mismo. ¡Renovarnos! ¿Qué os parece debatirlo de cara al próximo año?

— Me parece bien —aportó Noel—, pero ahora tenemos un deber y aunque sean menos los que nos esperan tenemos una deuda con quien sí están esperándonos.

— Pues en marcha —contestó Gaspar—. Espero que en el pueblo de Moriles nos pongan un poco de ese buen vino. Ayuda a continuar por la larga noche…

Y así marcharon aquellos seres de un lugar lejano y a la vez tan cercano como lo dicta nuestra imaginación. Es indiferente que creamos o no, pero las criaturas del otro lado siempre vienen en las fechas señaladas, llamémoslo Navidad, solsticio de invierno, Samhain o cualquier celebración dentro de este basto universo.

Independientemente de creer o no, las criaturas de fantasía se reúnen para esa fecha especial. Quien sabe... tal vez veas una en breve.