Arhuär
El Arhuär es el idioma hablado por la raza Arhuail: Arhuanim, Arhuatz y Arhuatôd. Al ser más viajeros y comerciantes, su idioma ha sido incluido en las rutas de comercio, así que no es raro de oír tratos en este idioma.
El Arhuär es el idioma hablado por la raza Arhuail: Arhuanim, Arhuatz y Arhuatôd. Al ser más viajeros y comerciantes, su idioma ha sido incluido en las rutas de comercio, así que no es raro de oír tratos en este idioma.
Desde el inicio, en la creación, las palabras han jugado un papel primordial para la vida de todos los habitantes de Menoïch. El lenguaje de la creación es el Ar, antiguo y secreto, cuyo legado nos ha llegado fragmentado como las semillas de un diente de león sobre el viento. Aun así, se ha podido averiguar y entender su significado gracias a los estudios de eruditos, magos y expertos que tras muchos errores y aciertos han ensamblado palabras para crear o transformar junto un catalizador poderoso: la magia. Por poner un ejemplo claro, los magos utilizan el lenguaje Ar para sus conjuraciones, así como los sacerdotes de la fe, los druidas o los trovadores. Es un lenguaje vivo, pero complejo, ya que no se han podido recoger textos completos de este idioma o su significado completo. Las únicas palabras compuestas que se recuerdan de la canción de la creación en lenguaje antiguo Ar son tres: Nevahi Saïel Tord; además de su escritura rúnica, las únicas que se conservan sin contar con las runas de poder Arhuatz, seis es ese caso. Los textos están guardados en el templo de Dah Toul, en las islas Kamohu, así como las únicas runas de este lenguaje. Se dice que el errante fue el que las transcribió y las cedió en el templo hace centurias.
De la misma fuerza y habilidad para la armería, los Ur son más grandes que los Arhuatz, hasta medir entre metro sesenta y metro noventa. Su color de piel es verdoso, cambiando a matices más color carne. Sus ojos suelen ser de color negro o marrón, pero hay excepciones. Pueden ver en la penumbra de la noche mejor que los Arhuatz y Sinak. Tienen una mandíbula muy fuerte al igual que sus dientes y afilados colmillos que no logran sobresalir de la comisura labial a no ser que hagan muecas o sonrían.
Ilustrador: LoranDeSore Fuente https://www.deviantart.com/lorandesore/gallery
Son hábiles luchadores y su código de honor les hace ser unos combatientes imparables que prefieren morir a perder. Poseen dotes como armeros y artesanos de la guerra, reuniéndose en clanes más que en ciudades.
Al llegar a una cierta edad (dependiendo de la tribu) se les realiza una marca ritual en el cuello de color carmesí brillante: la Ëguak; las hembras, por su parte, llevan a cabo otro ritual, más largo y peligroso, para ganar el derecho y honor a traer futuros guerreros al mundo. Las mujeres lucirán la Ëguak en el lado derecho del rostro, empezando por la frente atravesando la cara y el pecho hasta la fosa iliaca derecha.
Ilustrador: Izuku Yagi Fuente https://www.pinterest.es/pin/719098265502879910/
«Ulrich cargó con su poni que atropellaba enemigos en su frenética y peligrosa empresa, con el precipicio a su izquierda y el combate frenético a su derecha mientras entonaba con sudor y sangre el alarido antiguo del clan Arhuatz…»
La leyenda de Menoïch
Ulrich, descendiente del noble clan Sclaffen, lucha por reconquistar su reino ancestral de manos de enemigos que usurparon su morada tras quedar vacía por una mala administración familiar. Se enfrentará a grandes peligros nada fáciles de superar, siempre con el coraje como escudo y la fuerza como aliada.
Autor: Desconocido Fuente: https://www.pinterest.es/pin/424534702382891495/
Las runas de poder fueron un regalo del dios Clauok a los Arhuatz durante su preparación en la Guerra del Odio. Desde ese día poseen la habilidad de realizar objetos mágicos con estas runas, pero no es fácil y pocos son los que conocen sus secretos. Los maestros de las runas eligen a aquellos que su corazón es limpio y su sentido de la responsabilidad va mucho más lejos, sacrificando su propia vida para guardar el secreto. Después de eso, los Arhuatz deben forjar el objeto ellos mismos, con o sin la ayuda de otro maestro; los objetos deben ser de una maestría que roce la perfección.
La preparación puede durar días dependiendo del objeto y la runa que se trate de imbuir. Con el tiempo el objeto está listo, pero lo difícil no es hacer el objeto, sino a quien darlo.
En la Guerra del Odio, Lean-ha atacó y arrasó los asentamientos que encontraba a su paso. Las ciudades Zhogs de Tiriok, Naez, además de la espléndida y única ciudad Gangu de Sho-Gulho, cayeron bajo su aterradora mano. El reino Sinak de Gahe Karn-Cu también cayó bajo su influjo y el de sus perversas hijas.
Todos los supervivientes y los restantes aliados se retiraron a la ciudad Zhogs de Shadirind. Allí se prepararon para combatir. El propio Clauok otorgó las runas de poder a los Arhuatz y enseñó el manejo de la espada a los Sinak. Etruok disciplinó a éstos últimos en el manejo del arco.
Resistieron en el bastión de Shadirind a un cruel asedio hasta empujar al enemigo hacia el Norte, en las montañas Cerliok. El dios Clauok luchó junto con su hijo Etruok en la batalla; Anoïk a punto estuvo de unirse, pero vio que el poder de Etruok era superior al del padre y la balanza de Zhasluon estaba equilibrada. Ïnakare también quiso aliarse, pero se lo prohibió su padre haciéndola responsable y guardiana temporal de las puertas de Zlecuria.
En aquel lugar se produjo la destrucción de los Drakgorak y la muerte del dios Clauok que arrojó su espada que se destruyó haciéndose añicos, perdiéndose para siempre. Pero la guerra continuó durante largos años donde no se dio tregua, viniendo luchadores descendientes de la Noche de la Vil Oscuridad para hacer pagar a Lean-ha su traición. Empujaron los Gialz supervivientes hacia el Noreste en las tierras de Tzoh-Uak. Al final fue derrotado Lean-ha y muerta Phaiak, señora de la discordia y el dolor.Desde ese día el bastión de Shadirind fue recordado por la resistencia y ofensiva e impedir que la guerra avanzara al Oeste, hacia Shaiknel y Dunïl, si bien no fueron tierras de paz en unos momentos de gran compulsión.
Fue la primera construcción unificada tras el nacimiento de todas las razas. La ciudad se edificó cerca del árbol de Truak y era hermosa y llena de vida; la mezcla de razas que convivían en su interior mezclándose edificaciones de toda índole otorgaba a la ciudad una visión apoteósica salpicada de multitud de colores y formas extrañas difícilmente vistas hoy en día. Altas torres levantaron los Zhogs junto con los Arhuatz y Sinak; fuertes eran los templos que allí residían y grandes las explanadas donde convivían. Una tierra de felicidad corrompida por Lean-ha que con su poder corrompió a los Shasiop haciéndoles creer que el resto de razas iban a eclipsarles y tramar su caída. Así es cómo ocurrió y cómo comenzó la Guerra del odio. Mucho se creó, pero también mucho se perdió en la memoria de los vivos, la desgracia del olvido bañó todo Menoïch. La rica y próspera ciudad cayó bajo cientos de Drakgorak y Gialz locos por el miedo, derribando la torre de Vrialdor y destruyendo sin querer la piedra de Znaoïk, que desencadenó la destrucción del árbol madre de Truak.
Fue edificada en la Guerra del Odio por Sinak, Zhogs, Elnar y Arhuatz. Fue uno de los últimos Bastiones en el territorio de Zailegaht en el Reino Sinak de Karn-Cu. Varios centenares de enemigos (se calculan más de diez mil) entre Ur, Sagil, Shadra y Droül atacaron la torre de Circuïruohm con el propósito de conseguir un objeto custodiado en la torre más alta.
La construcción se elevaba sobre un acantilado de más de doscientos metros de profundidad, y como acceso una sola entrada; lo que la hizo prácticamente inexpugnable. Siete torres se elevaban sobre sus muros, pero la más alta y principal alcanzaba los cien metros. El custodio de la torre era un poderoso hechicero Sinak de una orden olvidada, se llamaba Odlilan Voêlexïne.
La torre fue defendida con uñas y dientes. En el momento del ataque se calcula que había unos mil Sinak en el interior de las murallas que, según cuentan las leyendas, gastaron todos sus proyectiles y continuaron disparando con las flechas y saetas enemigas que les lanzaban. Un escuadrón de Darzle, capitaneados por un poderoso líder, Zhauk, lucharon con valor, aunque no sobrevivió ninguno. Los Zhogs y Elnar que quedaron atrapados en la batalla eran viajeros o comerciantes que se organizaron para la lucha por la supervivencia. Hicieron acopio de valor y recibiendo órdenes de dos líderes elegidos, Ferune y Ahc-Ul, que defendieron el sitio hasta caer junto al resto. Por último, destacar a los 102 Arhuatz, entre ellos Centok Edil, hijo del rey Uân Ginê. Luchó codo con codo hasta que todos perecieron. Como último recurso, Odlilan Voêlexïne hizo volar por los aires las siete torres destruyendo a los pocos enemigos que aún quedaban en pie, perdiéndose el objeto que custodiaba más centenares de reliquias que según cuentan siguen perdidas en las oscuras simas. Otros afirman que hubo una lucha entre hechiceros y eso fue lo que hizo colapsar las torres.
Desde entonces nadie ha pisado esas tierras a excepción del día del año que conmemora la desafortunada contienda donde muchas de las razas, tanto atacantes como defensores, se reúnen en silencio tras una larga peregrinación para honrar a sus caídos.
Son muy raros de encontrar y a diferencia de sus otros Nehar son casi idénticos a su parte Arhuatz, aunque algo más altos y delgados. Siguen manteniendo sus costumbres Arhuatz y suelen pasar desapercibidos e incluso ocultar su pasado mestizo. Al descubrirlo les ponen el sobrenombre de Coilh, que significa «extranjero, ajeno».
Los Zhogs son los más extendidos por toda la faz de Menoïch. Fueron los primeros en nacer de la rama Gialzurgs. Por naturaleza ansían conocimiento y poder, lo que los hace más habilidosos a comparación con las demás razas. La media de vida de un Zhogs es de setenta a noventa años para los hombres y mujeres. Son los de mayor número ya que, a comparación de otras razas, los Zhogs suelen tener de media cinco hijos por pareja; escala mucho menor si la comparamos con la de los Sinak (unos dos hijos) o las de los Arhuatz (de dos a tres)
Son grandes artesanos y constructores además de hábiles en manualidades y en creación y administración de complejas sociedades.
Aspecto:
Los Zhogs no poseen los sentidos desarrollados de los nacidos en las alturas del árbol madre. El color de pelo varía del moreno, castaño, rubio, pelirrojo y en algunos casos, más que las otras razas, el albino. El color de ojos, a no ser que tenga algún cruce con otra raza, es del color castaño, pasando por las variantes de color miel, negros, verdes y azules. Se ha aportado extraños casos de ojos color lila o violeta, denotando un poder o dote oculto.
Suelen medir entre el metro sesenta y el metro noventa, para los hombres; y metro cincuenta al metro ochenta para las mujeres, salvo excepciones.
Los Arhuatôd fueron bautizados por los Zhogs con este curioso apodo tras la batalla de Tzum Leil en las montañas Karc-Uok. La lucha se trasladó a la oscuridad de las cavernas donde los Shagtz, gigantes que vivían bajo tierra, pretendían quedarse con todo el reino de los Arhuail entre los que destacaban los Arhuatz, Arhuanim y los nombrados Arhuatôd. Éstos últimos, aunque carecían de medios para la guerra, lo compensaban con el ingenio, desviando caudales de los ríos subterráneos hasta que consiguieron llevar a una zona concreta al ejército enemigo. En el techo tenían representado el reino Arhuatz, construido a varios kilómetros sobre el techo. Haciendo gala de su maestría habían copiado lo que es arriba abajo, labor que les había llevado decenas de años, creando una representación que dejó sin habla a los Shagtz que vieron un espectáculo sobrecogedor representado a la perfección con brillantes cristales incrustados en su cúpula que relucía como un gran diamante. A una orden, el líder de los Arhuatôd, un anciano llamado Exliha-Ohn, dio la orden de demoler los pilares maestros precipitando toda la carga sobre el enemigo. Al estruendo llegaron los Arhuatz y Arhuanim junto a los Zhogs que oyeron los vítores elevarse sobre la caverna: Nard Aed Grukis. Los Zhogs escucharon en el eco que se repetía la palabra «Grukis», que significa: templo del conocimiento; en verdad toda la frase simboliza: «¡A prisa, reuniros en el templo del conocimiento!». Los Zhogs interpretaron la palabra Ghurkis, dejándola de esta manera, sin saber bien lo que significaba, pero interpretándola como un grito de guerra o juramento sagrado. A los mismos Arhuatôd no les pareció un insulto o problema, ya que para ellos la intención significaba más que la propia definición.
Desde ese día fueron reconocidos por ese singular nombre, recordado por los supervivientes de la contienda que llevaron la hazaña de boca a boca de juglares y bardos hasta que al fin fue adoptado como un término común para referirse a esta raza.
Aspecto:
Los Arhuatôd, miden aproximadamente entre metro diez y metro treinta; sus cabellos varían de color además de adornarlos con todo tipo de objetos. Su piel es muy dura y resistente de color rojiza, aunque hay excepciones. Sus ojos son pequeños pero llenos de colores vivos entre el verde, azul, ámbar y naranja. Su lenguaje es muy difícil de dominar, ya que tienen tal cantidad de cosas por decir que sueltan lo primero que se les ocurre, aunque no venga a cuento. Puede volver loco a cualquiera y se dice que muchos carceleros los han dejado marchar por inaguantables.
Esta raza es la más despreocupada de los problemas en Menoïch. Como sus hermanos Arhuatz viven bajo tierra, pero a veces llegan a residir en las ciudades humanas, habitando el subsuelo de las urbes y creando las ciudades espejo: representaciones de las ciudades sobre sus cabezas, pero justamente al revés, construyendo las representaciones de casas y castillos en el techo como si de un espejo con la superficie se tratara. Tienen muy buena mano con el pico y las artesanías, perfeccionando el uso de la madera y la argamasa. Adoran la magia y son muy dados a crear objetos inanimados para ayudarles en sus quehaceres: cubos de fregar con piernas y zapatos, escobas barredoras, cubetas con argamasa y brazos para llevarlas, etc.
Se cree que hallaron un secreto tan valioso que lo guardaron en el interior de su mente para más tarde olvidarlo y que no cayera en malas manos; no obstante, su habilidad de construcción y capacidad de copiar a la perfección en maquetas que unen en el techo sin posibilidad de que se caigan o despeguen ha hecho pensar que tuvieron acceso a algún conocimiento que escapa a la comprensión de esta tan interesante raza.
Fue la primera unificación de las razas en la Era de los Titanes. Los pocos restos que quedan de tal espléndida ciudad nos limitarían su ubicación real, salvo por los mapas hallados en la cripta de Shadirind que nos dicen que la ciudad se construyó cerca del árbol de Truak. Incluso anotaciones, bastante leíbles después de más de mil años, nos han revelado a una ciudad hermosa y llena de vida. La mezcla de razas que convivían en la colosal urbe, y modo de vida tan diferente entre las mismas, otorgaba a la ciudad una impresión apoteósica salpicada de multitud de colores y formas extrañas.
Fue el inicio del arte de muchas razas sobre la construcción y la maestría de trabajar piedra y hierro, es difícil describir la ciudad entre estilos Sinak y Arhuatz entremezclados entre sí y, sin embargo, no tan extraño imaginarlo, así como las culturas Elnar o Zurgs de cuyas obras, por desgracia, no disponemos de muchos datos fiables. Altas torres levantaron los Zhogs junto con los Arhuatz y Sinak; fuertes eran los templos que allí residían, grandes las explanadas donde Neh-ve y Fenop convivían.
En el centro de la ciudad se elevaba una gran torre, aunque decir torre sería comparar un alfiler con un mástil: se alzaba muy alta en un intento por tocar las estrellas del firmamento. A medida que se alzaba la vista nuevas torres brotaban de su tronco similar a las ramas de un árbol de invierno. A la luz del sol proyectaba reflejos dorados y blancos y al llegar la noche un montículo de piedra negra parecía. Un importante relato, extraído según cuentan de las ruinas de la misma Vrialdor, comenta la apoteósica transformación de colores que realizaba tras los eclipses de las dos lunas. Esto nos llevó a investigar más sobre la ciudad e incluso recibimos ayuda de astrólogos que calcularon nuevos mapas en un gran esfuerzo por retomar los péndulos del pasado, calculando los eclipses que acontecieron y emplear estos cálculos para probarlos con el poco material que quedó de la torre. El resultado nos dejó atónitos. Grandes genios y artesanos crearon una especie de forma cambiante que obedecía a elementos y luz, tal vez una superficie líquida impregnada después a la torre de Vrialdor hacía este efecto, pero los alquimistas, aún afirman de la existencia de dicho líquido, pero ignoran su composición. Parece ser que los eclipses transformaban la torre en unas tonalidades sólo vistas por las noches, parecidos a los líquidos alquimistas para ver en la oscuridad, pero aumentadas en un tamaño descomunal apuntando al cielo y en una noche despejada de estrellas y nubes, alumbrarían según nuestros cálculos varios kilómetros de distancia.
…Tiempos más felices que se descubren en tiempos de infortunio.
Cuando se unificó la torre de Vrialdor, el dios supremo Anoïk extrajo de la balanza de Zhasluon la más grande de sus gemas que llamó Znaoïk y la colocó en lo más alto de la torre custodiadas por siete estatuas de Darzle de piedra pulida y un altar de mármol negro. El dios de la neutralidad quiso simbolizar el equilibrio en Menoïch por el que se deberían seguir las reglas del todo y la nada; allí, en lo alto de la gran torre, la piedra de un tamaño superior a los tres metros lanzaba destellos blancos, reflejados sobre sólido material negro como hollín. Desgraciadamente, cuando la ciudad fue atacada por los Shasiop, la piedra sé desfragmentó liberando una honda de energía que se sintió incluso en Zlecuria. Rodeó todo el mundo y creó las razas Sizna como se le conocen hoy en día. De cada ser surgió un ente opuesto e igual a la vez.
Lhoïok, Dios soberano de la creación, tuvo un pensamiento que al instante se materializó en un planeta sin vida y sin luz. Lhoïok lloró porque el pensamiento había creado un mundo sin explicación; no se podía decir que estaba allí porque no se veía, pero no se negaba su existencia ya que su presencia era la de Lhoïok. Pensó y halló una solución: buscar de entre sus sueños una ilusión, para que Menoïch, pudiera ser visto y sentido a la vez, para que los demás vieran con envidia que Lhoïok seguía siendo el señor de la máxima creación.
Pero no era completamente admirado. Aon-ha, soberano y señor del odio, de la destrucción y la envidia, descubrió los planes de Lhoïok de crear algo puro. De la indignación, el universo se tiñó de oscuridad. La oscuridad de Aon-ha. El Dios de la creación tras mucho buscar encontró algo que no pudo definir, algo que de entre sus mil sueños era único, algo que no podía explicar mas al soñarlo vio que era bueno y sus lágrimas distribuidas por millones de puntos sobre la oscuridad de Aon-ha se tornaron brillantes de alegría iluminando todos los rincones sin fin del universo. Aon-ha estalló de rabia.
El sueño fue materializado en algo palpable. En él brillaba la fuerza de mil constelaciones, de mil deseos diferentes, todos buenos. Lhoïok lo lanzó con su esencia de bondad contra Menoïch para que fuera puro y perfecto. Pero el señor de la destrucción acumuló toda su ira en forma de negro cometa y lo lanzó con toda su esencia de maldad contra Menoïch. De repente se cruzaron antes de tocar sobre lo que tendría que haber sido puro y bueno. Una gran explosión absorbió a las dos divinidades al interior de Menoïch, fundiéndose en una, compartiendo un sueño que durará hasta que el mundo deje de soñar. Sus cuerpos quedaron en el espacio invisible ante ojos mortales o divinos, esperando a que el día llegue y que el sueño termine.
De la gran explosión surgieron fragmentos de sueños que se hicieron realidad. Uno, el más grande, se alojó en Menoïch y el mundo cambió. Otro se fue para las estrellas y en llamas estalló, creando a Shaik, el sol, alimentando con su luz y su calor. Otros, gemelos los dos, se alejaron uno del otro y las lunas se crearon: Naegab, blanca una como nácar y la otra era Naêmk, fría y azul. De la más grande, Menoïch, cinco elementos salieron, tierra, mar, fuego, aire, y del último no se habló, puesto que del sueño de Lhoïok y Aon-ha se trata. Aquel sueño no murió, porque dicho está en el firmamento, que algún día Lhoïok y Aon-ha, los dos, del inicio y del final se hablaría y que la batalla nunca terminó.
Cuando todo ocurrió, vino un gran silencio. Pasaron interminables ciclos de tiempo hasta que fue escuchado el silencio que actuó como llamada para los Dioses soberanos. Tres vinieron; eran entidades superiores, Dioses para muchos de los mortales, para otros iguales, aunque no inferiores, mas su poder estaba muy por debajo de los Soberanos que ahora dormían: Clauok, Divinidad suprema del Bien y guardián de puertas de Zlecuria; Lean- ha Dios supremo de la Maldad y portador de la llama negra de Narnaetok; y, por último, y no menos poderoso, Anoïk señor de la Guerra, guardián de La Balanza de Zhasluon y Juez del equilibrio Eterno.
Al llegar vieron a Menoïch de una forma que no podrá ser vista jamás, en su máximo esplendor. A los ojos de las divinidades, fuera de cualquier ojo mortal, Menoïch manaba poder por todas partes, pero era así como lo veían ellos, ninguna persona podría describir lo que fue, antes se ahogaría en sus propias palabras al intentar ni siquiera explicar un ápice de luz de la creación.
La Luz de la Creación, un poder fuera de lo corriente y limitado para todos excepto las divinidades Soberanas y el Dios Ën, el Único, debe ser utilizado con sabiduría y conocimiento. Lo que se pretende es crear, no destruir, aunque en esta ocasión el sueño se convirtió en pesadilla para muchos.
Las tres divinidades contemplaron durante mucho tiempo, pero ¿Quién lo había creado? Miraron a su alrededor y vieron una interminable sucesión de estrellas infinitas en el universo imperecedero, un espectáculo digno para una entidad. Anoïk decidió comunicarle a Ën del sorprendente hallazgo. Fue a su búsqueda; tardarían cientos de años en volver.
El tiempo pasó, el silencio llegó a oídos de otros. Esta vez aparecieron dos nuevas divinidades. Éstas, independientes a los rangos celestiales, mantenían una fuerte alianza con las fuerzas del universo. Llegaron las dos, Vuêk-va y Enistîa y se maravillaron de lo que vieron y sintieron, una multitud de colores y poderes que se podían tocar y saborear, se sintieron atrapadas como un insecto a la tela de una araña, en verdad el inicio de la creación fue algo que pocos sintieron.
Vuêk-va, entidad de la naturaleza viviente, fue seducida por el poder de Menoïch mas vio que había desequilibrios entre los elementos de vida, sobre todo sobre el elemento del Espíritu; su poder era inmenso y fluía de todas partes, pero sobre todo de un ser que caminaba por terrenos que nadie antes había pisado, cuya única pertenencia consistía en una túnica carcomida por el fuego, pero a su vez limpia y fría como el hielo. Las demás divinidades no le dieron respuestas que pudieran satisfacer a la poderosa señora de la naturaleza, pero le dijeron que si quería mandar sobre dichos elementos antes debería demostrar pleitesía a los Dioses supremos que allí había. Difícil decisión, ya que ganas tenía y sin pensar más en errante o caminante accedió a demostrar obediencia.
Enistîa Diosa de la magia vio un poder al cual podía dar forma ¡y que forma! Podía crear y destruir, alterar e invocar, un poder fuera de los límites de lo conocido y ahora la oportunidad a sus pies, tal vez jamás volvería a sentir o soñar una creación así, tal vez ésta era la oportunidad; y sin más, accedió también la poderosa señora a rendir respeto… Pero no todos ellos eran ignorantes de la auténtica verdad: el señor del Mal Lean- ha sabía de Aon-ha y de los planes que incluía desbaratar la creación de Lhoïok. Ocultó esa verdad para que nadie lo supiera. Así traicionó a Aon-ha; él quería el poder absoluto y lo extraería de Menoïch, escudriñando en las entrañas de los Dioses soberanos.