El mundo de Menoïch
Ziknoc “Pies ligeros”

«Ziknoc hizo ademán de silencio con el índice apretado sobre su bigote mientras se aproximaba al ala Este donde, empotrada en la pared forrada de tablas, reposaba una gran lápida de piedra».

La leyenda de Menoïch

La historia de Ziknoc «pies ligeros» podría llenar varios volúmenes de la gran biblioteca de Kitur o Shadirind. Posee un don excepcional: es observador. Sí, para muchos esto no es más que una habilidad entrenada, pero el pequeño gran Arhuanim crea sus creaciones de lo que ve y siente. Puede captar situaciones que pasan desapercibidas para el resto, aprovechando el vuelo de un pájaro para maravillarse de su simple y grácil forma, y el impulso que ejecuta para volar o tomar tierra; o bien estudia el comportamiento de ciertos animales, osos para ser exactos, y la facilidad, aun con su gran corpulencia, de trepar a los árboles utilizando sus afiladas garras.

Todas esas imágenes danzan en su mente para dar forma a objetos adaptados a las necesidades, si bien no todos terminan exactamente bien.

Apasionado de la literatura y de los relatos de los viajeros que cuentan historias de lugares lejanos y extraños, nunca vistos por otros ojos; soñando poder viajar él mismo y experimentar la sensación de la aventura. 

Arhuär

El Arhuär es el idioma hablado por la raza Arhuail: Arhuanim, Arhuatz y Arhuatôd. Al ser más viajeros y comerciantes, su idioma ha sido incluido en las rutas de comercio, así que no es raro de oír tratos en este idioma.

Trhapel

Estos seres poco se parecen a su reverso ya que abandonaron toda interactuación con el mundo para, al contrario que los Arhuanim, esconderse en grutas apartadas donde crearon una sociedad estructurada.

No son violentos, pero algunos de los más inconformistas, los que no se adaptan a las normas de su comunidad, la abandonan o son expulsados, para después emplearse como soldados o mercenarios. Poseen un don especial en introducirse en lugares secretos sin ser vistos ni oídos. 

Son algo más altos que los Arhuanim, de metro veinte al metro cuarenta, pero mucho más ligeros de la media normal a relación con su altura (los más altos apenas pesan veinte kilos). Se cree que esto es debido al volumen de los huesos, más semejantes al de las aves, y del material que lo conforman ya que es mucho más ligero que el resto de razas, pero a la par con más dureza y flexibilidad, contorsionando su cuerpo y pudiéndose meter en sitios imposibles para el resto.

Su cabello suele ser largo y muy fino, de colores oscuros al igual que sus ojos almendrados, semejantes a los Sinak, pero de mayor tamaño. La piel es violácea y gris en sus extremidades. Su rostro es alargado con orejas puntiformes pegadas a la cabeza que pueden desplegar mediante unas membranas para poder escuchar mejor y moverlas asimétricamente en varias direcciones.

Songo

«…El bárbaro decapitó al Voedil mientras que Songo, de un certero golpe, desencajó la mandíbula de su rival que saltó de su emplazamiento con el yelmo abollado en una forma amorfa donde dentro, en algún lugar, debía estar el cráneo…»

La leyenda de Menoïch

El tamaño importa, salvo en esta ocasión. Para un guerrero Arhuanim la estatura no es más que un aliciente en el combate para meterse dentro de la guardia enemiga y mantener disciplina de nudillo. Songo es salvado por el grupo de aventureros en la fortaleza de Zhumat y desde ese día su vida cambió para seguir a su lado en pos de más batallas.

Autor: Desconocido Fuente https://imgur.com/gallery/uKuYK

Las presas de Seliax

Fueron construidas por los Shasiop, en el tiempo que no había guerra ni envidias. Ayudaron a canalizar el agua de los ríos Hek y Hul para crear un sistema de presas y aprovechar el agua de los caudalosos ríos. Los Gialz utilizaron sus grandes manos para realizar surcos y transportar las colosales piedras, depositándolas para detener el flujo de agua allá donde su paso era más fuerte. 

El conjunto de presas además de abastecer de agua, también contribuye a la agricultura. Uno de sus desvíos ha dado vida al pueblo de Odlim donde, a través de los canales, dan vida al lago del mismo nombre que la población: “agua fermentada” por el extraño color y espuma que desprende cuando entra en el lago, semejante a la cerveza de barril. Por suerte para las tabernas y posadas no es alcohol, ya que el color lo reciben del sedimento y la espuma de sustancias que transporta el río Hek del interior del misterioso bosque de Truak. Hay quien afirma que contiene savia del árbol sagrado que se resiste a morir completamente, empujando los brotes para el renacer.En la actualidad existen poblados de Arhuanim y Arhuatôd que viven en estos lugares donde se pueden ver los diques de contención pétreos y el resto de la titánica obra como si fuera el primer día en el que se terminó.

Ghurkis

Los Arhuatôd fueron bautizados por los Zhogs con este curioso apodo tras la batalla de Tzum Leil en las montañas Karc-Uok. La lucha se trasladó a la oscuridad de las cavernas donde los Shagtz, gigantes que vivían bajo tierra, pretendían quedarse con todo el reino de los Arhuail entre los que destacaban los Arhuatz, Arhuanim y los nombrados Arhuatôd. Éstos últimos, aunque carecían de medios para la guerra, lo compensaban con el ingenio, desviando caudales de los ríos subterráneos hasta que consiguieron llevar a una zona concreta al ejército enemigo. En el techo tenían representado el reino Arhuatz, construido a varios kilómetros sobre el techo. Haciendo gala de su maestría habían copiado lo que es arriba abajo, labor que les había llevado decenas de años, creando una representación que dejó sin habla a los Shagtz que vieron un espectáculo sobrecogedor representado a la perfección con brillantes cristales incrustados en su cúpula que relucía como un gran diamante. A una orden, el líder de los Arhuatôd, un anciano llamado Exliha-Ohn, dio la orden de demoler los pilares maestros precipitando toda la carga sobre el enemigo. Al estruendo llegaron los Arhuatz y Arhuanim junto a los Zhogs que oyeron los vítores elevarse sobre la caverna: Nard Aed Grukis. Los Zhogs escucharon en el eco que se repetía la palabra «Grukis», que significa: templo del conocimiento; en verdad toda la frase simboliza: «¡A prisa, reuniros en el templo del conocimiento!». Los Zhogs interpretaron la palabra Ghurkis, dejándola de esta manera, sin saber bien lo que significaba, pero interpretándola como un grito de guerra o juramento sagrado. A los mismos Arhuatôd no les pareció un insulto o problema, ya que para ellos la intención significaba más que la propia definición.

Desde ese día fueron reconocidos por ese singular nombre, recordado por los supervivientes de la contienda que llevaron la hazaña de boca a boca de juglares y bardos hasta que al fin fue adoptado como un término común para referirse a esta raza.

Aspecto:
Los Arhuatôd, miden aproximadamente entre metro diez y metro treinta; sus cabellos varían de color además de adornarlos con todo tipo de objetos. Su piel es muy dura y resistente de color rojiza, aunque hay excepciones. Sus ojos son pequeños pero llenos de colores vivos entre el verde, azul, ámbar y naranja. Su lenguaje es muy difícil de dominar, ya que tienen tal cantidad de cosas por decir que sueltan lo primero que se les ocurre, aunque no venga a cuento. Puede volver loco a cualquiera y se dice que muchos carceleros los han dejado marchar por inaguantables.

Aku-Gram Hi

Primer libro de la creación

Lhoïok, Dios soberano de la creación, tuvo un pensamiento que al instante se materializó en un planeta sin vida y sin luz. Lhoïok lloró porque el pensamiento había creado un mundo sin explicación; no se podía decir que estaba allí porque no se veía, pero no se negaba su existencia ya que su presencia era la de Lhoïok. Pensó y halló una solución: buscar de entre sus sueños una ilusión, para que Menoïch, pudiera ser visto y sentido a la vez, para que los demás vieran con envidia que Lhoïok seguía siendo el señor de la máxima creación. 

Pero no era completamente admirado. Aon-ha, soberano y señor del odio, de la destrucción y la envidia, descubrió los planes de Lhoïok de crear algo puro. De la indignación, el universo se tiñó de oscuridad. La oscuridad de Aon-ha. El Dios de la creación tras mucho buscar encontró algo que no pudo definir, algo que de entre sus mil sueños era único, algo que no podía explicar mas al soñarlo vio que era bueno y sus lágrimas distribuidas por millones de puntos sobre la oscuridad de Aon-ha se tornaron brillantes de alegría iluminando todos los rincones sin fin del universo. Aon-ha estalló de rabia.

El sueño fue materializado en algo palpable. En él brillaba la fuerza de mil constelaciones, de mil deseos diferentes, todos buenos. Lhoïok lo lanzó con su esencia de bondad contra Menoïch para que fuera puro y perfecto. Pero el señor de la destrucción acumuló toda su ira en forma de negro cometa y lo lanzó con toda su esencia de maldad contra Menoïch. De repente se cruzaron antes de tocar sobre lo que tendría que haber sido puro y bueno. Una gran explosión absorbió a las dos divinidades al interior de Menoïch, fundiéndose en una, compartiendo un sueño que durará hasta que el mundo deje de soñar. Sus cuerpos quedaron en el espacio invisible ante ojos mortales o divinos, esperando a que el día llegue y que el sueño termine.

De la gran explosión surgieron fragmentos de sueños que se hicieron realidad. Uno, el más grande, se alojó en Menoïch y el mundo cambió. Otro se fue para las estrellas y en llamas estalló, creando a Shaik, el sol, alimentando con su luz y su calor. Otros, gemelos los dos, se alejaron uno del otro y las lunas se crearon: Naegab, blanca una como nácar y la otra era Naêmk, fría y azul. De la más grande, Menoïch, cinco elementos salieron, tierra, mar, fuego, aire, y del último no se habló, puesto que del sueño de Lhoïok y Aon-ha se trata. Aquel sueño no murió, porque dicho está en el firmamento, que algún día Lhoïok y Aon-ha, los dos, del inicio y del final se hablaría y que la batalla nunca terminó.


La Llamada  

Cuando todo ocurrió, vino un gran silencio. Pasaron interminables ciclos de tiempo hasta que fue escuchado el silencio que actuó como llamada para los Dioses soberanos. Tres vinieron; eran entidades superiores, Dioses para muchos de los mortales, para otros iguales, aunque no inferiores, mas su poder estaba muy por debajo de los Soberanos que ahora dormían: Clauok, Divinidad suprema del Bien y guardián de puertas de Zlecuria; Lean- ha Dios supremo de la Maldad y portador de la llama negra de Narnaetok; y, por último, y no menos poderoso, Anoïk señor de la Guerra, guardián de La Balanza de Zhasluon y Juez del equilibrio Eterno.

Al llegar vieron a Menoïch de una forma que no podrá ser vista jamás, en su máximo esplendor. A los ojos de las divinidades, fuera de cualquier ojo mortal, Menoïch manaba poder por todas partes, pero era así como lo veían ellos, ninguna persona podría describir lo que fue, antes se ahogaría en sus propias palabras al intentar ni siquiera explicar un ápice de luz de la creación.

La Luz de la Creación, un poder fuera de lo corriente y limitado para todos excepto las divinidades Soberanas y el Dios Ën, el Único, debe ser utilizado con sabiduría y conocimiento. Lo que se pretende es crear, no destruir, aunque en esta ocasión el sueño se convirtió en pesadilla para muchos.

Las tres divinidades contemplaron durante mucho tiempo, pero ¿Quién lo había creado? Miraron a su alrededor y vieron una interminable sucesión de estrellas infinitas en el universo imperecedero, un espectáculo digno para una entidad. Anoïk decidió comunicarle a Ën del sorprendente hallazgo. Fue a su búsqueda; tardarían cientos de años en volver.

El tiempo pasó, el silencio llegó a oídos de otros. Esta vez aparecieron dos nuevas divinidades. Éstas, independientes a los rangos celestiales, mantenían una fuerte alianza con las fuerzas del universo. Llegaron las dos, Vuêk-va y Enistîa y se maravillaron de lo que vieron y sintieron, una multitud de colores y poderes que se podían tocar y saborear, se sintieron atrapadas como un insecto a la tela de una araña, en verdad el inicio de la creación fue algo que pocos sintieron. 

Vuêk-va, entidad de la naturaleza viviente, fue seducida por el poder de Menoïch mas vio que había desequilibrios entre los elementos de vida, sobre todo sobre el elemento del Espíritu; su poder era inmenso y fluía de todas partes, pero sobre todo de un ser que caminaba por terrenos que nadie antes había pisado, cuya única pertenencia consistía en una túnica carcomida por el fuego, pero a su vez limpia y fría como el hielo. Las demás divinidades no le dieron respuestas que pudieran satisfacer a la poderosa señora de la naturaleza, pero le dijeron que si quería mandar sobre dichos elementos antes debería demostrar pleitesía a los Dioses supremos que allí había. Difícil decisión, ya que ganas tenía y sin pensar más en errante o caminante accedió a demostrar obediencia.

Enistîa Diosa de la magia vio un poder al cual podía dar forma ¡y que forma! Podía crear y destruir, alterar e invocar, un poder fuera de los límites de lo conocido y ahora la oportunidad a sus pies, tal vez jamás volvería a sentir o soñar una creación así, tal vez ésta era la oportunidad; y sin más, accedió también la poderosa señora a rendir respeto… Pero no todos ellos eran ignorantes de la auténtica verdad: el señor del Mal Lean- ha sabía de Aon-ha y de los planes que incluía desbaratar la creación de Lhoïok. Ocultó esa verdad para que nadie lo supiera. Así traicionó a Aon-ha; él quería el poder absoluto y lo extraería de Menoïch, escudriñando en las entrañas de los Dioses soberanos.