Reto 365 Cuentos en 365 días

Me he decidido a empezar una serie de relatos. Lo he titulado: 365 Cuentos. Espero poder llegar y terminar el reto. Se que estas cosas suelen hacerse al empezar un nuevo año, pero creo que la vida es suficientemente corta para empezar tan tarde, así que aquí va el primero titulado: El olvido. Espero y deseo que lo disfrutéis:

1er. relato

Aquella mañana salió temprano, más temprano que de costumbre. No era normal en él madrugar, no desde que… desde hacía mucho tiempo. No recordaba la calle en que nació, menos aún por la que circulaba. Era como un alma errante a la espera de saber quién es o a donde ir; en verdad poco importaba, ya que hacía tiempo que había olvidado quien era. Con suerte, voluntad o designios divinos, sabía caminar o por lo menos eso intentaba, midiendo en más de una ocasión el suelo: golpe, sangrar y volver a levantarse.

Muchas veces se lo llevaron al hospital, no sabe muy bien porqué, pero algo tenía que ver con una medicación que tomaba… ¿La medicación? ¿Se la había tomado aquella mañana…? no recordaba; al igual que no se acordaba del rostro de su mujer o de sus hijos, aunque en algún desliz de su enfermedad reconocía el nombre de algún nieto, pero no cuantos tenía.

Aquellas luces alertaban de que volvía a ocurrir, venían a por él.

– ¿Señor Ruiz? – preguntó aquel amable chico de tez morena y ojos claros. Su uniforme lo delataba: era policía.

– ¿Quién?

– Usted es el señor Alfonso Ruiz, ¿verdad? Su familia lo busca desde hace horas. Salió de su casa y se dejó las llaves puestas en el cerrojo y la puerta de par en par.

– ¿Sí…? –Meditó aquel menudo hombre entrado ya en años y canas, las pocas que le quedaban en su sucia cabeza cubierta de Psoriasis.

– Sí, sus hijos nos alertaron…-añadió el segundo policía- ¡no debe alejarse tanto, hombre! Mira que si vuelve a caer y tenemos que llamar a la ambulancia.

– ¿Y mi mujer?

El joven mudó el gesto cosa que no tranquilizó a aquel venerable anciano. Éste vio como intercambiaba miradas de triste complicidad con su compañero mientras que el primer agente lo rodeaba con su brazo.

– Le acompañamos a su casa…, hace frío y sólo falta que se constipe usted.

– Son muy amables jóvenes. Mi mujer prepara un chocolate muy bueno, espeso y caliente para entrar en calor ¡ahora le digo que lo prepare…! si es que ha llegado de comprar, creo.

Por desgracia aquel chocolate tendría que esperar, ausente de manera indefinida en la vida de la señora Ruiz. El coche patrulla arrancó dejando un extraño y triste vacío en aquella calle otoñal; susurro de las hojas caducas que adornaban las mojadas calles de una ciudad como cualquier otra… una vida como cualquier otra.

Relato