El mundo de Menoïch
9º relato

Privadas

«La ropa sucia se lava en casa», dice el refrán y nosotras hacemos lo propio. Nuestra agencia es única y es totalmente legal: nadie nos puede acusar de lo contrario y con experiencia en el sector. Nosotras acompañamos cuando es menester y los secretos de nuestros clientes se quedan a buen recaudo»

—¿Qué decís querida? ¿Qué un muerto no necesita compañía? Ja,ja,ja… que equivocada estás. Todos tenemos la necesidad de un último viaje hacia el destino que se te haya asignado y no es poca faena, créeme, dirigir a tanta alma.

» Es verdad que desde que trabajamos en esto la humanidad ha crecido en número, pero nos hemos adaptado a las nuevas tecnologías y tenemos acceso a perfiles e historias en las redes sociales para encajar bien con el perfil. ¡Los he visto de todas las maneras y de toda condición y religión! Ni te creerías la de adeptos a la fe que consiguen un billete hacia un lugar nada acorde con sus creencias, pero así son las cosas.

» Veo por tu curriculum que siempre te han gustado la mitología y los ritos mágicos… ¡además de ser quemada por bruja en una de tus vidas pasadas…!, que interesante. Bueno, ¡bienvenida a bordo! No hace falta que me lo preguntes: aquí no hay ningún hombre. Las valkirias son mujeres y aquí las leyes de género no tienen cabida, supongo que sabrás el por qué, ¿no?

» Comienzas ahora, tus jornadas se habitúan a los turnos establecidos para ayudar a todo aquel que caiga en combate. Sólo se pueden llevar a dos lugares: Valhalla y Fólkvangr, no te confundas de lugar, que los señores de esas casas no tienen buen sentido de humor, sobre todo Odín; Freya es más accesible, pero no te quedes allí mucho tiempo o quedarás atrapada para siempre en su embriagador aroma.

» ¿Los cristianos? ¡Esos van a otra parte, tú no te líes y céntrate! Nosotras no nos metemos en otras religiones y ellos tampoco en la nuestras. Oye, aquí el trabajo es muy importante así que nada de fallos en tu primer día. Pégate a una veterana e intenta aprender bien de sus habilidades. Cuando acabes ven a verme y hablamos del tema con una buena jarra de hidromiel ¿vale? Pues nada, al lío que la batalla ya ha empezado y los muertos no tardaran en llegar. Al principio habrá pocos, pero al final… ¡por el cosmos!: Los perdedores corren mientras que son masacrados por el bando ganador. ¿El honor?, pero ¿tus cuantas batallas has presenciado?

8º Relato

De nuestras vidas

Aquella terrible noche no hubo más canciones o relatos que narrar, sólo el vacío entre el barranco y la oscuridad de la noche alumbrada por la luna menguante.

Corría el año de nuestro señor de 1067 en las inmediaciones de Al-Qasr. El gobernante, Jalaf Ibn Rasid, era un ser déspota y cruel que no respetaba ni a su pueblo ni a sus vasallos, reclamando a las doncellas vírgenes para sus propios y oscuros placeres y así, deshonrarlas de por vida. Malo era enfrentarse a él, pero peor era el pecado de estar enamorada de un soldado de su guardia; que decir de ser el musulmán y yo cristiana. Tal vez ese era nuestro castigo de cara a Dios por nuestro atrevimiento, pero ¿Qué Dios? ¿Cuál de ellos? ¿Los dos… el mismo? Las miradas estaban llenas de odio, las lenguas afiladas y envenenadas. Fuera de mi casa me hallé en el desamparo de la noche mas él me recogió en su regazo. De escondidas nos veíamos, de hurtadillas nos besábamos y alojada en el barranco yo malvivía soñando una vida negada.

Cuando la señal de la traición, necesaria en aquel lugar, asomó por la ventana la cabeza mutilada de Jalaf Ibn Rasid cuya joven había decapitado con su propia espada. Los cristianos atacaron con fiereza y odio acumulado por lo mucho que se hizo en el pasado; de nada varían las palabras, nada se pudo hacer. Los soldados que quedaron, antes de deshonrados o torturados, arrojados al barranco al anochecer con sus caballos… y yo junto a mi amado volé en su regazo, preparados a nuestro destino cruel. Mejor morir en el momento que vivir en el martirio, mejor ser libre y tener que perecer… sin ni siquiera el consuelo de ver a Dios al otro lado, al menos la muerte unidos nos ha atado.

En algún lugar del río Vero, Alquézar, día de la reconquista del castillo por Sancho Ramírez, hijo de Ramiro I y primer rey de Aragón.

En algún lugar del río Vero, Alquézar, día de la reconquista del castillo por Sancho Ramírez, hijo de Ramiro I y primer rey de Aragón.
Reto 365 Cuentos en 365 días

Me he decidido a empezar una serie de relatos. Lo he titulado: 365 Cuentos. Espero poder llegar y terminar el reto. Se que estas cosas suelen hacerse al empezar un nuevo año, pero creo que la vida es suficientemente corta para empezar tan tarde, así que aquí va el primero titulado: El olvido. Espero y deseo que lo disfrutéis:

1er. relato

Aquella mañana salió temprano, más temprano que de costumbre. No era normal en él madrugar, no desde que… desde hacía mucho tiempo. No recordaba la calle en que nació, menos aún por la que circulaba. Era como un alma errante a la espera de saber quién es o a donde ir; en verdad poco importaba, ya que hacía tiempo que había olvidado quien era. Con suerte, voluntad o designios divinos, sabía caminar o por lo menos eso intentaba, midiendo en más de una ocasión el suelo: golpe, sangrar y volver a levantarse.

Muchas veces se lo llevaron al hospital, no sabe muy bien porqué, pero algo tenía que ver con una medicación que tomaba… ¿La medicación? ¿Se la había tomado aquella mañana…? no recordaba; al igual que no se acordaba del rostro de su mujer o de sus hijos, aunque en algún desliz de su enfermedad reconocía el nombre de algún nieto, pero no cuantos tenía.

Aquellas luces alertaban de que volvía a ocurrir, venían a por él.

– ¿Señor Ruiz? – preguntó aquel amable chico de tez morena y ojos claros. Su uniforme lo delataba: era policía.

– ¿Quién?

– Usted es el señor Alfonso Ruiz, ¿verdad? Su familia lo busca desde hace horas. Salió de su casa y se dejó las llaves puestas en el cerrojo y la puerta de par en par.

– ¿Sí…? –Meditó aquel menudo hombre entrado ya en años y canas, las pocas que le quedaban en su sucia cabeza cubierta de Psoriasis.

– Sí, sus hijos nos alertaron…-añadió el segundo policía- ¡no debe alejarse tanto, hombre! Mira que si vuelve a caer y tenemos que llamar a la ambulancia.

– ¿Y mi mujer?

El joven mudó el gesto cosa que no tranquilizó a aquel venerable anciano. Éste vio como intercambiaba miradas de triste complicidad con su compañero mientras que el primer agente lo rodeaba con su brazo.

– Le acompañamos a su casa…, hace frío y sólo falta que se constipe usted.

– Son muy amables jóvenes. Mi mujer prepara un chocolate muy bueno, espeso y caliente para entrar en calor ¡ahora le digo que lo prepare…! si es que ha llegado de comprar, creo.

Por desgracia aquel chocolate tendría que esperar, ausente de manera indefinida en la vida de la señora Ruiz. El coche patrulla arrancó dejando un extraño y triste vacío en aquella calle otoñal; susurro de las hojas caducas que adornaban las mojadas calles de una ciudad como cualquier otra… una vida como cualquier otra.

Relato