29º relato

Recordando el pasado

Las cenas familiares son un mierda cuando salen los temas de política, pero, además, en España se trata con mayor énfasis, vomitando bilis a gogó por este u otro color.

Eustaquio escuchaba en un rincón cerca de la chimenea cuyo fuego crujía en aquella fría noche de invierno. Aunque le hubiera gustado ver a sus bisnietos no lo hubiera podido de ninguna de las maneras. Su ceguera fue un duro golpe para él como carpintero y persona dada a leer novelas de Estefanía. Pero aquella noche se sintió terriblemente indispuesto al empezar la discusión. Se levantó y peregrinó los escasos metros que le separaban del fuego haciéndose en un rincón donde los pequeños, ajenos a aquellos estériles debates, jugaban tranquilos.

— Eres un facha de mierda ¡Votar a ese partido de asesinos!

— El que fue a hablar. Te recuerdo que los tuyos provocaron un golpe de estado a la República, a ver si te enteras.

— Mira quién fue a hablar: «consejos doy que para mí no tengo…» ¡Fascista!

— ¿Me vas a meter en una «checa»?

Lo curioso de aquella escena es el silencio que se levanta alrededor de los monologuistas. El resto de la mesa aguanta estoicamente con silencio y vergüenza, más o menos al cincuenta por ciento una de otra, acompañada de un mal rato inolvidable: ¡Qué bonitas fiestas!

— Calla, que sabrás tú.

— ¿Y tú? ¡Si ni siquiera has hecho la mili!: Cobarde objetor.

¡Ah, sí!, perdonadme por no hacer las presentaciones. Los dos contrincantes eran primos de parte de padre, nietos del pobre Eustaquio. El anciano tuvo la desgracia de ver como sus dos únicos hijos morían antes que él. No creo que exista nada peor para un padre que esa experiencia.

— El único que ha hecho la guerra es el abuelo. ¡Cuéntanos yayo!, ¿Con quién estás? Tú hiciste la guerra con Franco ¿No?

El anciano levantó el rostro sin percibir más que sombras difusas. Nunca hablaba de aquel período; sólo recordarlo le suponía un dolor que le desgarraba el alma. De repente las sombras se volvieron luz y de los borrosos rostros aparecieron todos aquellos que en su vida partieron antes que él, incluido a muchos de los que murieron en la guerra: hermanos, amigos…

— Hice la guerra con Franco, porque no me dejaron decidir — dijo con voz pausada—. Pero de tener elección no me hubiera ido con ninguno… Cuando estalló la guerra hacía el servicio militar en Ceuta, y los que no lo hacían eran reclutados a la fuerza, independientemente de la edad que tuvieran; arrastrados por uno u otro bando a la muerte. Si no te unirás te fusilaban. Yo he matado a muchos así, en la retaguardia. ¿Sabéis lo que es disparar a alguien que te mira fijamente a los ojos momentos antes de apretar el gatillo? Cuando matas dejas una parte de tu alma allí. Después cavas una zanja y echas a aquellos desdichados de cualquier manera, peor tratados que a los perros.

El comedor se volvió un lugar gélido y silencioso. Sólo los sollozos de Maite, una de sus nueras y madre de uno de los contrincantes, se escuchaban en la soledad.

— Después — continuó colocando una mano sobre la otra, apoyada en el recibo bastón —. Caminas horas y horas sintiendo el olor de la muerte. Por aquel entonces yo veía muy bien, era un buen fusilero, pero prefería mirar al suelo. La vergüenza hunde los hombros y no quieres ver ni oír nada a tu alrededor. Muchas noches — dijo colocando la punta del bastón cerca de su garganta—. Me colocaba el extremo del fusil dentro de la boca y con el dedo gordo del pie, cerca del gatillo, deseando acallar los ruidos de los disparos, los cañones que machacaron Belchite, las orillas del río Ebro…

Sintió una pequeña mano acariciando su cara. Era la pequeña Paula que tocaba aquel duro y arrugado rostro humedecido por las lágrimas.

— ¿Por qué lloras yayo?

— Nada, nada… Estoy cansado y tengo sueño ¿Me acompañas a la cama? Yo no veo y…

— ¡Te acompañamos!

Los niños, ¡qué gran milagro de la vida! Todos sus bisnietos dejaron los juguetes y acompañaron al anciano rumbo a su cuarto, pero antes de retirarse se volvió a los presentes y dijo:

— A vuestros padres no les hubiera gustado esto, así que dejar por un día vuestras diferencias. Ojalá otros hubieran tenido la oportunidad de hablar en lugar de matar… hoy en día tendrían descendencia, cosa que muchos no saben apreciar.

Espero no ofender con este relato, pero si, por algún casual lo hago, creo que el problema que sufrimos en este país es más grave de lo que me temo.

Espero no ofender con este relato, pero si, por algún casual lo hago, creo que el problema que sufrimos en este país es más grave de lo que me temo.